Siempre he querido que volvieran Portishead. Me parecía imposible que un grupo con unas influencias tan ricas y una cantante con una voz tan personal se hubiera quedado sin nada que decirnos. El blog de Geoff en el que ponía a caldo a Gnarls Barkley y su consecuente aversión hacia los grupos asociados al «trip-hop» hicieron aumentar mis ganas por oír su nuevo trabajo. De la misma manera que si Javier Aramburu declarara que todo el tecnopop en castellano que se ha hecho después de Family es una mierda, esta opinión haría más apetecible un hipotético regreso de Family.
Portishead se han enfrentado en ‘Third’, un título tan imaginativo como el de su segundo álbum, a un reto similar al que se enfrentaron Radiohead después de ‘OK Computer’: volver a hacer un buen disco que suene a sí mismos para repetir la cumbre creativa y comercial del grupo, pero sin que repetir la misma fórmula sea una opción planteable. Curiosamente, tanto la estrategia de este álbum en cuanto a su producción como el grado de consecución, son similares a los de ‘Kid A’.
‘Third’ es tan reconocible como un disco de Portishead que incluso algún despistado podría llegar a decir que es «más de lo mismo». Pero si lo escuchas detenidamente te darás cuenta de que los scratches y los samples han desaparecido y que los instrumentos de cuerda sólo se asoman discretamente en contados momentos de ‘Magic Doors’ o ‘Small’. Quizá estas canciones, junto a ‘Nylon Smile’, podrían encajar en ‘Dummy’ o en ‘Portishead’, pero desde luego no el resto.
El resto puede dividirse claramente en dos grandes grupos: las acústicas ahijadas del álbum en solitario de Beth Gibbons junto a Rustin Man y las pseudo-industriales. Las acústicas gustan de forma instantánea. ‘Deep Water’, que dura un minuto y medio, ya es la canción de la historia de Portishead que he oído más veces después de ‘Roads’. Puede que haya quien la vea como un intermedio o una broma (todo alegato optimista de autoayuda es para no ser tomado en serio cantado por esta mujer), pero esos coros años 40, que no son sampleados sino que han sido cantados en vivo por unos tipos que están acreditados en el libreto del disco (por cierto, sus nombres es todo lo interesante que encontrarás en él), podrían dar la bienvenida a un estilo futuro en la trayectoria de Portishead. De hecho, si Portishead hubieran hecho siete discos en lugar de tres, estoy seguro de que tarde o temprano habrían ahondado en estos terrenos.
También destacables son ‘Hunter’ y sobre todo ‘The Rip’. ¿Por qué ninguna de las dos, como acústica, desentona en un disco presentado por un single tan agresivo como ‘Machine Gun’? Porque ambas, aun siendo medio baladas contienen unos inesperados sintetizadores que convierten las dos pistas en absolutos «growers». Sintetizadores que, claro, no llegan a explotar como en algún momento parece que van a hacerlo, porque la sutileza ha sido siempre uno de los puntos fuertes de la banda.
Además eso lo dejan para el otro grupo de pistas, formado principalmente por ‘Machine Gun’, ‘Silence’ y ‘We Carry On’, pero también por partes de otras canciones, como ‘Small’. ‘Machine Gun’ tiene una percusión desconcertante. Hacia el final, según vas oyendo los cambios de la «melodía» principal, te das cuenta de que buscaban irritarte y resultarte desagradables aposta.
Algo que va en perfecta consonancia con su filosofía. Porque no podemos olvidar que Portishead llegó a crear un universo propio en sus imprescindibles letras. Las palabras que utilizan son muy sencillas, mucho más sencillas que las de otros buenos letristas como Morrissey, PJ Harvey o Michael Stipe, pero es muy fácil que su mundo pesimista te resulte familiar. En ‘Third’ vuelven a hablarnos de la inadaptación, de relaciones que te han dejado vacío, de la búsqueda de uno mismo o de la propia felicidad. Como dicen en la guitarrera ‘Threads’, han viajado mucho, pero siguen «sintiéndose igual».
La búsqueda de lo que sea sigue siendo por tanto infructuosa. En ‘Magic Doors’ Beth intenta salir del pozo «luchando contra sus pensamientos» pero concluyendo tristemente: «no sé mentir». La misma frustración salpica ‘Hunter’. El tema comienza con un «Nadie dijo que llegáramos a conocernos bien / y la nueva prueba es lo que necesitamos del mundo», evolucionando después hacia una petición de ayuda que acaba sin respuesta ni esperanza, o lo que es lo mismo a tenor por lo que sugiere la música, con una negativa implícita.
También un claro diálogo se establece entre música y letra en ‘The Rip’. A medida que Beth espera que unos «caballos blancos» y «la ternura» la saquen de «la oscuridad», los sintetizadores avanzan en el tema, dándole un toque por lo menos agridulce. Porque dulce era pedir demasiado. La vida para Portishead ni siquiera es un «hard candy» y además sus mismas contradicciones terminan haciendo más difícil todo: «Me gustaría poder reírme de lo que has dicho, pero no soy capaz de encontrar la sonrisa», canta en ‘Nylon Smile’, repitiendo en el estribillo: «No sé qué he hecho para merecerte y no sé qué haría sin ti», teniendo «merecer» una clara connotación negativa. Al final, cuando la canción acaba abruptamente con «Nunca tuve la oportunidad de explicarte lo que quería decir», encuentras otro paralelismo entre lo que nos cuentan y cómo nos lo cuentan, porque, suponemos, se quedó con la palabra en la boca. Grande.
El resultado global es una maravilla, aunque ‘Threads’ o ‘Plastic’ no enganchen tanto como otras. Daba un poco igual lo que hicieran porque sabemos que sólo con oír a Beth Gibbons hablando de un vino que no ha podido olvidar (‘Small’) se nos iban a poner los pelos de punta. Pero resulta que además musicalmente han hecho algo interesante. Por tanto, si Portishead siguen estando a la cabeza internacional en cuanto a música, producción y letras, ¿qué más puede pedirse? Ah, sí, ¿para cuándo el cuarto?
Calificación: 8,5/10
Temas destacados: ‘Machine Gun’, ‘The Rip’, ‘Deep Water’
Te gustará si te gusta: el disco en solitario de Beth, los discos de Portishead, los acercamientos de la música experimental a la canción pop a lo Radiohead.
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