Kylie en Madrid

Después de peregrinar por media Europa para verla en directo, tenía yo la espinita clavada de saber cómo reaccionaría el público español ante un concierto de Kylie Minogue, y viceversa. Más que nada porque aquí, a ruidosos, exagerados y entregados, no nos gana nadie –vamos, que nos encanta dar la nota-. El martes por la noche, en un Palacio de los Deportes que sirvió de ensayo para lo que se nos viene encima con el Orgullo Gay, por fin lo pude comprobar. Y la verdad, creo que ella se fue a su casa más contenta que nosotros. Pero no porque no nos gustara el concierto, sino porque en comparación, creo que le dimos más de lo que se merecía y se esperaba en un mercado que ha tenido abandonado 20 años. Que ya era hora de que nos visitaras, bonita.

Aunque hubo algunos que esperaron desde las seis de la mañana para estar en primera fila, nosotros, que llegamos a las siete y media de la tarde, con sólo dos horas de antelación a la hora anunciada del concierto, estuvimos codo con codo con esos fanáticos madrugadores. Anuncios de Tous, del Mardi Grass Gay de Melbourne y vídeos de Hot Chip o M.I.A. nos amenizaron la espera. ¿Que por qué estos grupos? Bueno, porque Kylie es británica… Ah, que no. Bueno, pues será porque como ellos, es una artista independiente… Ah, que tampoco. Quién sabe. Lo de estar tan cerca, aviso, es guay porque le ves los años a la Kylie e incluso puedes hacerle señales para que te mire, que no lo va a hacer, pero la verdad es que en este espectáculo no importa mucho quedarte atrás o subirte en la grada puesto que el suelo del escenario es una pantalla que cambia de imagen constantemente. Los Caniche, que lo vieron así, dijeron que quedaba muy bonito. Y no hay mayor verdad que la palabra de un Caniche.

Pero vamos a la música, que es lo que importa, sobre todo porque después de leer críticas inventadas como la distribuida por la Agencia Efe que han copiado la mayoría de periódicos, es necesario que se sepa la verdad.

Abriendo puntualmente con ‘Speakerphone’ y cerrando, tres horas después, con ‘I Should Be So Lucky’, lo cierto es que Kylie ofreció lo de siempre: un espectáculo deliciosamente hortera. Vestida con siete trajes horrorosos de Jean Paul Gaultier, la australiana tuvo tiempo de sobra para entonar hits como el ‘Can’t Get You Out Off My Head’ y demás singles del ‘Fever’, inéditas como ‘Ruffle My Feathers’, rarezas como ‘Free’ o ‘Step Back In Time’ (hacía tiempo que no la cantaba en directo), caprichos como ‘Loveboat’, casi todo ‘X’ (sigue faltando ‘The One’), la muy marica ‘Your Disco Needs You’ y la habitual versión de todas sus giras, esta vez, el ‘Copacabana’.

Entre lo mejor, sin duda, la sección que comienza con la entrada aérea en una calavera plateada para cantar una versión a medio camino entre lo gótico y lo bakala de ‘Slow’ –canción cuyo vídeo nos recordó que había grabado en España, concretamente, en Barcelona-, la versión Fischerpooner del ‘Come Into My World’, la literal caída de culo con ‘Love At First Sight’, el discursillo en español leído en un papel escrito en Word con letras bien grandes, la falsa aceptación de que su hermana Dannii lo hace mejor (culpa de nuestros amigos de El Cliché) y, evidentemente, la locura de ‘In My Arms’, que nos hizo enloquecer a los 12.000 que estábamos allí.

Lo peor, además de sus estilismos, esa música pregrabada, toda la sección marinera, el cartel de «Jolvemos en 15m» del descanso, el calor que hacía en el recinto y las puñeteras cámaras de fotos grabando constantemente, que a ver si las prohíben de una vez o inventan un descargador de batería a distancia o algo. El intento de convertir en balada ‘I Believe In You’ podría haber estado aquí, pero como se oía más al público que a ella, dejémoslo en un fallo a medias. Su saludo «Hola, soy Kylie la australiana» también podría haberse mejorado. Pero bastante hizo la pobre.

Al terminar, cientos de fans se peleaban por comprarse algo de merchandising a la salida del recinto. Todos dispuestos a dejarse sus euros recién sacados del cajero. Y por encima de lo que diga cualquier crítica especializada o no, para mí no hay mejor señal de que algo ha gustado mucho. Y es que si después de haber pagado 50 euros por una entrada y gastarte otros nueve en cada mini de cerveza para paliar el calor, que todavía haya quien pague 20 euros por un programa, 30 por una camiseta o 15 por una tacita para tomar el té nos lo dice todo. Que sí, que Kylie triunfó en Madrid. Y quien diga lo contrario… pues a lo mejor es que es periodista.

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Publicado por
Claudio M. de Prado