Apueste por una: Manos de Topo

¿Manos de Topo sí? ¿Manos de Topo no? La banda de Barcelona, más de un año después de la aparición de su álbum de debut ‘Ortopedias Bonitas’, sigue siendo, más que nunca, objeto de minidebate entre los que nos interesamos por la música independiente en este país. Con solo un disco han logrado ya algo que a la mayoría de grupos nacionales les lleva años: polarizar al público entre los que los adoran o los odian. Y como soy el único miembro de JNSP que está entre los primeros, me lanzo en su defensa justo hoy, que actúan en el octavo aniversario del club Ocho y Medio junto a Russian Red.

Desde luego no son facilones ni aptos para todos los públicos. Uno de sus principales encantos a la postre, la forma de cantar de Miguel Ángel Blanca (la forma de llorar, como él mismo admite), resulta todo un obstáculo porque es muy irritante escucharle y puede llegar a desesperar. Sin embargo cuando tras varias escuchas uno se habitúa al llanto, es consciente de que no existe una forma mejor de cantar frases como «Que te vayas con otros que no hace ni la mitad por ti / es feo» o «He hecho muchas cosas que no tienen ningún perdón / (…) / y además no doy la talla al hacerte el amor» o «Nunca pude igualar tu vibrador» o «Ya nadie llama a los tranvías deseo» o «No hay ni una prueba contra el que antes era mi amigo / manda la palabra «POEMA» al 7575″ o «Llevas demasiado carmín para ser solo amigos»…

Y es que esas letras, dignísimas herederas tanto del surrealismo del llorado Sergio Algora para El Niño Gusano como del costumbrismo y el sentido del humor de Sr. Chinarro, son sin duda uno de sus principales atractivos. Se erige Blanca, por cantar eso

y así, en un antihéroe cercano, quizá por manejar con habilidad una imaginería que a los que nos hemos criado en la era del VHS o los videojuegos de cartucho nos resulta propia, pero también por la ternura que despierta verse reflejado en ese enamoradizo patológico al que acaban dejando por no ser canallita o ser el tímido que goza revolcándose en el rechazo o el que la lía parda pero siempre encuentra ese resquicio para la autocompasión y el victimismo. El verdadero hombre del siglo XXI.

Su antipoesía demuestra una personalidad inaudita en los letristas en castellano: es capaz de hallar esa sordidez que a veces acompaña a la rutina. Capaz de dar risa y pena en una misma frase. Una buena muestra de esto es el vídeo de ‘El Cartero’, que quizá sea gracioso, pero algo se te encoge cuando al final… bueno, vean…

Su propuesta musical, como no podía ser de otra forma, tampoco se enmarca dentro de parámetros usuales. El sonido de ‘Ortopedias Bonitas’ es de una trabajada baja fidelidad en la que las baterías zumban y el metalófono (porque xilófono es otra cosa, ¿no?) de Alejandro Marzoa es una feliz constante, lo que también recuerda a los dos primeros álbumes de El Niño Gusano. Y aunque los arreglos de cuerda de ‘Es feo’ y ‘Feliz Mañana’ son de quitarse la gorrilla, si tuviera que destacar algo sería su personal estilo para los arreglos de viento, en los que pasean los aires mediterráneos de las bandas de pasacalle tan características del Levante. Ya quisiera para sí Zach Condon (Beirut) los arreglos de corneta y kazoo de ‘El Cartero’ o ‘Carta a los Reyes’ o ‘Feliz Mañana’.

¿Quedan ganas de debate o qué?

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Publicado por
Raúl Guillén