Aunque claro, no sé yo si no sería lo mismo en los 80 con el Walkman o en los 90 con el Discman. Para ser sinceros, me parece exactamente lo mismo. Aunque igual, como las baterías duraban menos, también nosotros lo usábamos menos. O igual es que no estaba tan extendido como ahora mismo, que es difícil ver a alguien en el metro sin auriculares (total, no hay nada mejor que hacer: no te puedes ni mover para leer ni puedes ver esas estúpidas pantallas con telepromoción). De hecho, según los datos, entre 50 y 100 millones de personas, utilizan a diario reproductores de MP3.
A pesar de todo lo que se dice en el artículo (que nos sometemos a sonidos intensos sin ser conscientes, que perdemos las referencias externas y no tenemos idea del volumen o la intensidad, que más de 60 decibelios durante más de una hora es una barbaridad…) no se nos da ninguna solución. Ni a este ni al problema de muchas ciudades, que ponía yo a estos médicos en la calle en la que trabajo que se iban a enterar. Bruselas prevé tomar medidas contra los riesgos de los reproductores de música portátiles porque “la lesión no tiene cura”. ¿Nos los terminarán prohibiendo?