El cierre de La Riviera y Macumba se debió a que su licencia de funcionamiento no se ajusta a las modificaciones que han sufrido estas salas; Randall tenía licencia de bar y funcionaba como discoteca y But, Moma y Penthouse carecían también al parecer de licencia. De un lado es criticable que existan locales funcionando sin los papeles necesarios, poniendo en peligro la seguridad de los asistentes, pero de otro es frustrante y doloroso ver cómo el Ayuntamiento acaba con la poca vida cultural y nocturna que le queda a la ciudad, sin ofrecer ninguna alternativa. Y nos referimos, por supuesto, a los conciertos. Si se confirma el cierre de Joy Eslava, que repetimos que lo más probable es que sea un bulo, difícilmente se podrá celebrar en Madrid el Primavera Club, por poner un ejemplo claro e inmediato.
La muerte de un joven de 18 años en El Balcón de Rosales hace 10 días es un hecho que todos lamentamos. De momento las circunstancias de su muerte no han sido aclaradas, pero parecen tener poco que ver con los papeles que tuviera o no el local, o con su aforo. Si se confirma que los porteros del club tuvieron algo que ver, dando una paliza al joven, el decreto aprobado por la Comunidad de Madrid para que la profesión de portero y su formación estén regulados, con multas de hasta 30.000 euros para el local que no cumpla los requisitos, parece plausible, pero lo demás, al Ayuntamiento parece estar yéndosele de las manos.
El tema del aforo es profundamente delicado, especialmente si recordamos lo que sucedió en Alcalá 20. No se puede decir de ninguna manera que si cada local cumpliera el aforo indicado por ley, por un lado la gente no iría porque lo percibiría como «vacío» y por otro sus dueños probablemente lo cerrarían por no resultar rentable, pero igual es lo que hay. No vamos a defender a esos empresarios que todos los fines de semana nos cobran 5 euros por una cerveza (cuando lo cuentas en Europa nadie se lo cree), pero el Ayuntamiento tampoco puede obviar como está haciendo el daño cultural que va a sufrir la capital. La función de una discoteca en la vida cultural de una gran ciudad puede estar sujeta más o menos a opiniones, pero lo que sí es evidente es que una ciudad como Madrid no puede estar a la altura de otras capitales europeas sin recintos para celebrar conciertos. Si La Riviera y Joy Eslava van a dejar de funcionar, el Ayuntamiento debe habilitar inmediatamente un espacio en el que celebrar los actos culturales ya programados y venideros para Madrid. Que los grupos dejen de actuar en la capital por no haber una sala para ello no puede ser una opción.
Queremos pensar que el cierre de estas salas es un acto temporal y que cuando arreglen sus papeles volverán a abrir. Aunque vista la falta de facilidad para que el Ayuntamiento conceda licencias en el centro, quizá lo más práctico sea darnos cuenta de que ese Madrid en el que el ocio está concentrado alrededor de la Gran Vía, por unas razones y por otras, no va a ser consentido. ¿Estará el futuro en clubs alejados del centro, como en otras ciudades?