La semana pasada Almodóvar volvió a dar la campaná protagonizando dos noticias justo cuando el fenómeno ‘Mentiras y gordas’ amenazaba con tragárselo para siempre. La primera, a cuenta de ‘Los abrazos rotos’, que finalmente competirá en Cannes desmintiendo así un rumor que afirmaba que en el Festival la había rechazado por mala. ¡Que desde luego hay que ver la gente cómo es de cotilla y envidiosa, con lo bien que se le ha dado siempre un Cannes a Pedro! La segunda tiene a ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’ como protagonista gracias a la Fox, que ha anunciado que prepara una serie para televisión basada en las desventuras de Pepa, Candela y demás chicas, curiosamente, en el mismo año que el propio autoremake del director, ‘Chicas y Maletas’, ha demostrado que la historia todavía puede dar mucho más de sí.
Lo curioso es que a nosotros, y suponemos que no somos los únicos, no nos hacen falta estos pequeños recordatorios publicitarios para tener al manchego presente. No es peloteo, sino que nos hemos dado cuenta de que muchos de sus diálogos han roto la frontera de los 35 mm para tener una vida propia lejos del universo para el que fueron concebidos. Ojo que no hablamos de comportarse como simples loros de repetición que recitan una escena de memoria (que los hay así de enfermos), sino de palabras, frases y expresiones sacadas de sus películas que han adquirido un nuevo significado en nuestro mundo real. Un logro mayor teniendo en cuenta que hasta ahora esto sólo lo habían conseguido fenómenos televisivos como Martes y Trece, Chiquito de la Calzada, Muchachada Nui o, en ámbitos más reducidos, los chascarrillos de Chico y Chica. Pero nunca el cine. No al menos en semejante cantidad.
Y es que por mucho que algunos se empeñen en negarlo, no mentíamos cuando decíamos aquello de que «hay miles de escenas que forman parte de nuestra vida cotidiana que no serían lo mismo sin el cine de Pedro Almodóvar”. Remotamente. Ahora, como las perlas que se han colado en nuestro vocabulario son demasiadas para reducirlas a un simple top 10, hemos preferido agruparlas por películas con ejemplos de uso real. ¿Que la muestra de este estudio no es suficiente como para sacar conclusiones científicas aplicables al 100 por 100 de la población? Puede, pero viendo la actividad de varias páginas de fans en Facebook protagonizadas por personajes almodovarianos, cerca le andamos.
Los abrazos rotos (2009): Vale, puede que todavía sea demasiado reciente como para haber influido algo en el lenguaje diario. Al fin y al cabo, este es un fenómeno que necesita de la repetición para extenderse, así que hasta que no salga editada en DVD no podremos saber el grado de penetración de lo nuevo de Pedro. Pero esta memez no impide que a algunos ya nos baste decir «No labio» para demostrar que no estamos de acuerdo con algo que nos han contado o hemos visto. Por supuesto, cuando soltamos una historia en la que nos han pillado haciendo algo vergonzoso, o simplemente contamos que hemos metido la pata en el curro, el relato casi siempre la rematamos con un «y como la policía me coja con 15 kilos de cocaína buenísima sin cortar en mi casa me pueden llevar presa». Por no hablar de la expresión «Ese melón mejor no abrirlo» que encabezó esta página varios días y que repetimos sin parar cada vez que tocamos un tema sensible. El humor siempre nos entró más rápido.
Volver (2006): A Penélope le dio su primera nominación al Oscar, pero a nosotros toda una retahíla de frases y dichos que asusta verlos aquí escritos todos juntos. Por ejemplo, el «remotamente» de Raimunda lo utilizamos cuando queremos enfatizar la verdad absoluta que supone la frase que le precede, con el grito de «Tía Paula» indicamos la alegría que nos da encontrarnos con alguien especial, mientras que para cortar una discusión de manera amigable nos basta con soltar un «Me vais a tocar el fandango tú y tu tía» y asunto arreglado. Aunque curiosamente no es el de Pe, sino el personaje de Blanca Portillo, la Agustina, el que más ha aportado a nuestra riqueza cultural. Desde que ella lo dijo en pantalla, cualquier baratez que nuestras amigas y novias se ponen son siempre de «un plástico buenísimo», mientras que cuando alguno desde la lejanía llama por teléfono, Skype o iChat para ver qué tal va todo en su ausencia, con soltar un «que envidia me da veros a las dos así juntitas» ya sabemos que echa de menos a los amigos en la distancia sin necesidad de caer en absurdas lagrimerías. Por supuesto, un «Agustina, tiene cáncer, tienes cáncer, Agustina, venga un fuerte aplauso para Agustina» es el mejor remedio para quitarle a alguien la tontería de contar problemas absurdos sólo para hacerse la víctima y darnos pena, mientras que con un «pero que la maría es mía, mirad lo hermosas que están las plantas» ya dejamos claro que no aceptamos un no por respuesta, ya sea un porro, una pasta, un flan o un café lo que estamos ofreciendo. ¿Y qué decir del «Menuda campaná» de la Sole o del manido «Tengo un cerro plancha»?
La mala educación (2004): Fue la primera película española de la historia en inaugurar el Festival de Cannes, y a diferencia del extranjero, donde están todos locos con este filme, en España resultó ser un título que no terminó de calar demasiado. Quizás por eso sólo nos hemos quedado con las perlas de Javier Cámara diciendo lo de «para las cosas malas las dos juntas pero para las buenas tú sola», que soltamos cada vez que un amigo rechaza nuestra compañía en favor de un plan, no necesariamente sexual, mucho mejor. Más rebuscado, aunque no menos cierto, es el peligro de preguntar algo cuya respuesta sea dos. Porque el dos es el nuevo cinco. Por eso si alguien te pregunta que cúantas cucharadas de azúcar quieres en el café, y tú respondes que dos, ya sabes que lo siguiente que escucharás será lo de «dos polvos, dos rayas, dos amigas, dos cabalgan juntas, dos por la carretera». No falla.
Hable con ella (2002): Que sí, que gana mucho en cada visionado. Pero no nos podéis negar que hay escenas que dan tanto asco que con cantar el «Currucucú Paloma» de Caetano Veloso ya no hace falta que digamos nada más para hacer notar a nuestro acompañante que lo que estamos viendo o viviendo en ese momento no puede parecernos más pedante y asqueroso. A esta película, por cierto, le debemos el nacimiento de un curioso fenómeno que no ha transformado el lenguaje hablado sino el no verbal. Y es que en la playa, en el campo o la piscina, cuando vemos que alguno se queda dormido en una tumbona con las gafas de sol puestas, decimos que «se está haciendo un ‘Hable con ella'». Bueno, en general lo decimos de cualquiera que se quede sopa con las gafas de sol sin importarnos el cómo ni el dónde. Que además luego quedan marcas.
Todo sobre mi madre (1999): Desde su mismo estreno es otra de nuestras fuentes inagotables de sabiduría popular, y seguro que no nos equivocamos al aventurar que posiblemente la que más ha influido en la población en general del total de las películas de Pedro. Evidentemente el carisma de La Agrado tiene muchísima culpa al haber sacado el transexual que todos llevamos dentro. ¿Que no? Pues mira, junto al mundial «Tetas, dos, porque no soy ningún monstruo», que utilizamos cuando alguien ha hecho algo que no por necesario y evidente deja de ser gracioso, tenemos el «No sé yo si lo que mejor me viene a mí ahora es una guerrilla» para declinar amablemente una invitación o el «Mámamela tú a mí que yo también estoy nerviosa» para decir que no podemos hacer un favor que nos piden, el «mira te la voy a mamar para que veas lo sensible y lo sentida que soy yo para estas cosas» si recapacitamos y finalmente aceptamos hacerlo. Un «oye, que bona nit» como saludo es tan válido como el «hola, qué tal», mientras que «No puedo con las drags» o «Han confundido circo con travestismo» son la clave secreta para criticar algo o a alguien en sus narices sin que se entere. «Soy fans, así en plural» significa justo lo que significa, halagamos con un «con todo lo que te metes es normal pero lo importante es que has adelgazado», y por supuesto con «porque una mujer es un pelo, una uña, una buena bemba pa’ mamarla o criticar» siempre acaba cualquier parrafada en la que defendemos la falta de autenticidad.
Pero no todo va a ser La Agrado. De Manuela nos quedamos con el «Pero cómo se puede ser machista con semejante par de tetas» definimos a alguien que actúa y se comporta de manera incongruente, aunque si a pesar de todo nos cae bien mejor usamos esa frase de la Hermana Rosa que decía que «Como actriz eres estupenda pero como persona estás muy equivocada». De Huma Rojo, aunque es su frase más conocida la que pronuncia copiando el texto de Blanche de ‘Un tranvía llamado Deseo’ («Quien quiera que seas siempre he confiado en la bondad de los desconocidos» ideal para hacer notar que estamos especialmente agradecidos por la ayuda recibida), no podemos olvidar el «para ti todo lo que no sea salir y ponerte hasta el culo es ser una monja de clausura», total para convencer a un colega que ya basta de fiesta por esa noche y que te deje de dar la brasa. Claro que el «Al loro con la puerta» de Nina es de lo más recurrente para dejar claro a alguien que le hacemos cómplice de nuestros pequeños actos de maldad. ¿Lo más fuerte de todo? Que es un extra anónimo el que suelta en este filme la frase más repetida de nuestra historia. Al salir del teatro, mientras Manuela y su hijo esperan a Huma Rojo, unos trabajadores abren la puerta de la calle y al ver que está lloviendo, sacan el paraguas mientras dicen «Pues ya está aquí el invierno». Eso es justo lo que soltamos cuando, al salir de cualquier bar, discoteca o portal, nos encontramos con un tiempo que no esperábamos. Sea frío, sol, nieve, calor, bochorno o granizo para nosotros «ya está aquí el invierno». Siempre.
Carne trémula (1997): A pesar de Liberto Rabal, que es mucho aguantar, dos son los grandes momentos que se quedaron grabados en nuestro cerebro para ser reproducidos sin fin. El primero, los gritos de «Puja, puja, puja» que soltaba Pilar Bardem en el autobús a una parturienta Penélope Cruz. Consignas que sirven tanto para animar a cualquier amigo que no se atreve a cometer una locura como para hacer presión para que avance la cola del ropero. El «puja» es muy polivalente. El otro momento corresponde a las pocas frases dramáticas de Almodóvar que se han colado en el imaginario popular: «Mientras yo te siga queriendo, tú no te separas de mí». Se la decía Pepe Sancho a Ángela Molina, aunque por supuesto en la calle le hemos quitado gravedad y la decimos sólo como broma. ¿O no?
La flor de mi secreto (1995): Estoy seguro de que a Pedro le encantaría que las frases de esta película que pasaran a la posteridad fueran las más grandilocuentes como «Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro», «No hay ninguna guerra comparable contigo», «Hoy llevo los botines que me regalaste y no puedo quitármelos» o «Cuando te encontré tú vestías de azul». Pero lo que son las cosas, que la comedia vuelve a ganar al drama y la legión de admiradores de Rossy de Palma y Chus Lampreave superan en número a los del resto de reparto juntos, Joaquín Cortés incluido. Normal, a ver quién es el guapo que se resiste a consignas como «¿Dónde lo has puesto que lo guardas todo como una urraca?», que soltamos cuando no encontramos algo, el «Qué pena, hija mía, tan joven y ya estás como vaca sin cencerro» que espetamos ante la historia del último desamor de un conocido, o el «Ni que fuera gitana» que nos sale sin pensar ante la visión de algo con mucho dorado. Por supuesto, todo sin olvidar el «Te meto también la tortilla», golpecito de uña incluido, que usamos cada vez que queremos meter baza en una conversación ajena, o el recurrente insulto de «Cara de ladilla». Mira, terminamos antes admitiendo que todo lo que sueltan estas dos en sus escenas es digno de ser aprovechado y admirado, y para prueba los grupos de fans, «así, en plural» que tienen ambas en Facebook aquí y aquí.
Kika (1993): El mejor ejemplo de película horrorosa llena de pequeños hallazgos. El primer monólogo de Verónica Forqué es en sí mismo, todo enterito, una joya, con sentencias tan contundentes como «Aquí no veo yo ambiente mortuorio» -ideal para demostrar que algo no nos convence-, o los «Yo he tenido la manga muy ancha, Ramón» y «Yo si tienen buen fondo y buen rabo me enamoro», que dichas a uno mismo sirven para ahorrarse muchas horas de psicólogo. Por no hablar del «Viva la pestaña» que debería cerrar cualquier speech efusivo en defensa de las virtudes de algo o alguien, o del «Y sin embargo aquí me tienes maquillando a un muerto», con el que demuestras que estás haciendo justo lo contrario de lo que esperabas. Si te aburres, ya sea follando o de visita en casa de tus suegros, pero no quieres dañar los sentimientos de tu pareja, siempre puedes probar a soltar un «Uy, la lámpara, se mueve», que con un poco de suerte pillarán la indirecta. Y si te echan en cara que eres «muy fuerte» por quejarte siempre te podrás defender con el «No te enfades si hemos sacado muchas fotos» o, mucho mejor, con el «Soy auténtica, señora» de la criada Juana, autora también del sentencioso «donde esté un buen chocho que se quite todo lo demás» con el que, una vez dicho, nadie se atreverá a llevarte la contraria. Pero nuestras preferidas son, sin duda, el «Yo este libro no lo voy a leer», con el que dejamos muy claro que por mucho que nos digan que trabajemos vamos a vaguear, y el magnífico momento de Andrea Caracortada de «A pesar de los esfuerzos de la policía y de la Guardia Civil», frase acompañada de gestos de negación con las manos que ha derivado en un simple «La policía» que soltamos cuando alguien nos cuenta una patraña muy gorda imposible de creer pero preferimos no perder el tiempo discutiendo.
Tacones lejanos (1991): Culpa suya es que el 90 por ciento de los hombres menores de 40 años de este país hayan hecho alguna vez un playback con canciones de Luz Casal en frente del espejo. Pero también este filme es responable de «tu espíritu, tu estilo, todo aquello que te hizo única» sea un piropazo o que un «Gracias por la teta» sea el más personal y cariñoso «de nada» que podamos dar nunca a alguien.
¡Átame! (1990) : Penélope Cruz asegura en todas las entrevistas que supo que quería ser actriz cuando vio esta película en el cine. Que aquí comenzó su obsesión por Pedro. Y aunque la comprendemos y entendemos, la verdad es que en nuestras vidas reales ‘Àtame’ sólo ha servido para que regaláramos en un cumpleaños a una de las chicas JNSP un submarinista de juguete, para que no nos dé vergüenza cantar en alto el ‘Resistiré’ del Dúo Dinámico, y para que la coletilla «Puntito, ¿no?» salga día sí y día también. Lo de «Tengo 23 años y 50.000 pesetas en el bolsillo» hace tiempo que lo dejamos atrás.
Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988): Junto a ‘Volver’, ‘Todo sobre mi madre’ y ‘Kika’, la gran contenedora de frases míticas de Almodóvar. «Ay la Pepa cómo es» o «Qué pico tiene la Pepa» las utilizamos constantemente para demostrarle a alguien, se llame Pepa o no, lo orgullosos que nos hacen sentir sus actos y palabras. Por el contrario, si vemos que se ha equivocado con algo a pesar de que le advertimos que no lo hiciera, nada como el «No aprende, ella no aprende. Ella no, ella no es profesora como otras» de Loles León. Aunque mucho mejor en su versión reducida «Ella no», nuestro «te lo dije, Marcial» alternativo. Claro que cuando el objeto de nuestras alabanzas no es una persona, sino una comida, el Gazpacho es la nueva Pepa. ¿Que qué significa esto? Pues que ya podemos estar tomando un cabrito, una tarta o una sopa de cebolla, que con repetir el tono susurrante de Rossy De Palma agachada en la nevera mientras decimos «Gazpacho, que rico» demostraremos que estamos de verdad encantados con la vianda que estamos engullendo. «No me digas pesá que estoy muy sensible», «Te voy a meter un puro que te vas a cagar», «Menuda papeleta» o «Es horroroso, horroroso, horroroso» son otras frases célebres que repetimos con el acento malagueño de María Barranco día sí y día también. Con Chus nos pasa lo mismo que con ‘La flor’, así que para qué extenderse más en hablar de testigas de Jehová si ya está todo dicho.
La ley del deseo (1987): Esta película, además de suponer el despertar sexual consciente de muchos gays de nuestra generación gracias a la primera escena del prostituto en la habitación, contiene dos polvos, dos frases, dos gritos desesperados, dos clásicos del lenguaje Almodóvar como son el “Riégueme” que todos hemos soltado, aunque sea en bajito, al pasar en verano cerca de un camión cisterna del Ayuntamiento (y quien diga que no, miente), y el «Que estoy muy loco, hostias» de Antonio Banderas, este sí que cada uno aplicado al contexto de su propia desesperación.
Matador (1986): ¿Qué es ‘Matador’? ¿Qué es Assumpta Serna?¡Ah, que ni siquiera está editada en DVD en España? Pues será por eso que en esta película no haya mucho hueso que roer. Pocos hablan de ella, y si no se habla, es que no existe.
¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984): Para muchos la mejor película de Pedro Almodóvar. Que no, pero casi. Tan popular y famosa que resulta incomprensible que más allá de su título, que ya es bastante, apenas haya aportado nada a nuestro hablar cotidiano. Quizás es culpa del tono dramático de la historia, aunque justo esta circunstancia hace mucho más cómico el hecho de que la frase más recordada sea el «Tengo un pollón» que soltaba a Verónica Forqué y Carmen Maura el personaje exhibicionista interpretado por el también director Jaime Chávarri. Una expresión cuyo uso no es exclusivo de hombres bien dotados, sino que cualquiera que quiera presumir de algo puede y debe utilizarla. Hay que acabar con el tabú de la palabra polla, que como decía Penélope Cruz en ‘Todo sobre mi madre’, nos «encanta la palabra polla. Y pollón». Como curiosidad, la farmaceútica borde que le niega los antidepresivos a Carmen Maura también tiene su grupo de fans en Facebook. Ella sí.
Entre tinieblas (1983): Además de decir la verdad, los niños y los borrachos también tienen en común que son los únicos que juegan a buscar nombres graciosos a partir del Sor de las monjas. Mucha culpa la tienen las hermanas religiosas de esta película, que con nombres como Sor Rata de Callejón, Sor Estiércol, Sor Perdida o Sor Víbora abrieron una veda que, insisto, algunas noches da mucho mucho juego. Patético, pero entretenimiento al fin y al cabo. Que ya es algo, ¿eh?, porque chascarrillos míticos extraídos de esta película, en nuestra vida cotidiana, ninguno. Aunque este «en la calle no pasa nada» tiene muchas posibilidades de ganarse un hueco, ¿verdad?
Laberinto de pasiones (1982): «Qué overdose», «Qué síndrome» y «Pásame el lipstick, querida». Los homosexuales jóvenes son muy dados a repetir una y otra vez estas frases cuando descubren que petardear imitando a Fabio McNamara es lo más de lo más. Incluso los hay que se creen tanto el papel que van al rastro los domingos para mirar paquetes como Cecilia Roth. Claro que al crecer y darse cuenta de que lo suyo, más que gracia, una perra, lo normal es que entren en la fase «Alcohol por un tubo». Aunque nosotros preferimos las copas en vaso globo. Eso sí que nos hace «Pheliz (Taylor)».
Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980): La responsable de que cada vez que se diga «murciana» nadie se resista a gritar un «marrana». También de que la elecciones generales sean más divertidas con una R más y una L menos. Y por supuesto, la única culpable de que que cada vez que veamos a alguien que nos guste, no importa su género o profesión, gritemos como posesos esto de «Un cartero, franquéame», que es la versión muy libre de esta escena de Fabio McNamara que, de haber hecho el top 10 de frases Almodóvar, ocuparía nuestro puesto número uno. Qué biblico todo.