-«he renunciado a mi puta vida para ayudarte a convertirte en la horrible reina que eres hoy»
-«espero que gracias a la Cábala sepa que ella no es el centro del universo»
-«durante un corto período de tiempo sale con Vanilla Ice, pero la relación se rompe porque ella le considera intelectualmente inferior»
-«He visto bastante claro que prefieres que la gente te lama el culo a que te digan la verdad» o
-«supongo que son los privilegios que cree tener una estrella del pop para quien los años no pasan en balde».
Madonna tiene casi una decena de hermanos, pero es Christopher con el que se lleva mejor desde el principio. Ella descubre que él es gay antes que él mismo y le lleva a una discoteca de ambiente aún en los 70. A la postre, Christopher se convierte primero en bailarín de Madonna, después ayudante de sus giras haciendo cosas como secarle el sudor de las tetas (algo que le repugna) y finalmente es director artístico de ‘Girlie Show’, uno de sus tours mejor considerados.
Pero no todo es tan bonito. Son varios los diversos plantones que Madonna da a Christopher desde el principio (a menudo le llama para trabajar y cuando él realiza el viaje le dice que ya no le necesita) y la relación se deteriora de forma definitiva en torno a 1995, cuando él, que ejerce de decorador de sus casas, compra con su consentimiento unos cuadros por decenas de miles de dólares que ella rechaza. Christopher no puede devolverlos porque los ha adquirido en una subasta y queda en la ruina.
Este incidente supone que el libro se centre en la vida de Madonna desde su infancia hasta ‘Evita’, omitiendo gran parte de lo que se supone la etapa espiritual de ‘Ray Of Light’ o la vida de madre de Madonna, ya que Christopher apenas llega a conocer a sus sobrinos. En esta época ella se centra en sus hijos y en la Cábala y él sigue saliendo y consumiendo coca, algo que ella desprecia profundamente. Se distancian y él no puede contar gran cosa sobre su vida.
En cualquier caso, el libro, de la misma manera que no es una novela excelente, tampoco busca ser completista ni está bien documentado (llega a decir que ‘True Blue’ ha vendido dos mil millones de copias), sino que se regocija en las anécdotas, de las que va más que sobrado: el viaje por el desierto haciendo autostop que tuvieron que hacer cuando Madonna ya era muy famosa y su reacción histérica, su amistad con una chica llamada Ingrid que está enamorada de ella; el momento en que Madonna descubre el colágeno pero no lo reconoce, la fiesta en la que alguien tira a Madonna cera por el pelo y no puede quitársela o, mi favorita, que Madonna nunca escribe un «asunto» cuando envía un e-mail.
Por supuesto el libro es generoso en detalles sobre sus romances, no tanto en puntuales como Vanilla Ice o el actor de ‘Melrose Place’ John Enos, como en los que sí fueron importantes en su vida. Parece que quiso a Carlos, el padre de Lola, más de lo que se pensó («mi hermana se siente maltratada en su relación con Carlos y dice que no tolerará que la traten como un trapo»); se detalla cómo se fue deteriorando su relación con Warren Beatty (vemos a Warren totalmente cómodo en una fiesta llena de drags de muy mala muerte pero después buscando en una papelera pruebas de una infidelidad de Madonna); por supuesto Sean Penn, considerado el gran amor de su vida (aunque ella nunca habla de la noche en que supuestamente él la maltrató y fue definitiva) y Guy Ritchie, con quien aún está casada al término del libro, y al que Christopher siempre ha odiado por su homofobia.
Resentido, Christopher también deshace alguno de los mitos que siempre la han rodeado, como que llegó a Nueva York con 35 dólares («era una chica de clase media con numerosos contactos en Manhattan»), concluyendo que su capacidad para inventarse cosas no le «escandaliza», más bien le parece «interesante»; y cuenta cómo le asquea que Madonna utilice la tumba de su madre para vender el documental ‘En la cama con Madonna’. Más torpemente intenta ponerla en contra de la comunidad gay, contando cosas como que en cierta ocasión ella no quiso participar en un festival de cine gay; o de la sociedad en general revelando que, en lugar de ponerle un chófer y un cocinero a su abuela de 98 años, con la que nunca tuvo una especial relación, «sólo le manda 500 dólares mensuales».
Christopher es muy comedido hablando de su vida privada, que sólo aparece en contadas ocasiones y enriqueciendo la animadversión hacia Madonna. Cuando él lo deja tras 10 años con el gran amor de su vida sólo encuentra una frase muy poco comprensiva de su hermana y también cuenta una experiencia que le resulta traumática: se enrolla con un chico y al encontrarse su habitación llena de fotos de Madonna, tiene que salir corriendo.
Por el contrario, conocemos detalles sobre otros artistas, como Demi Moore, Kate Moss, Bruce Willis, las Spice Girls, las excusas para tomar drogas de Courtney Love y Jack Nicholson o el fantabuloso paquete de Marlboro de Donatella Versace, en el que se ha cambiado la frase «fumar mata» por sus iniciales en letras góticas.
En ese sentido, ‘Vivir con mi hermana Madonna’ es un retrato social centrado en Madonna con interesantes afluentes, mucho mejor que engancharse a ‘Sálvame’ e imprescindible también para los que viven relaciones de amor y odio con sus hermanos, que no son pocos.