La industria emite un «Manifiesto del 20 de octubre»

Miembros de la industria discográfica española, un conjunto de «músicos, autores, compositores, intérpretes, managers, productores, mayoristas, tiendas de discos, técnicos de sonido, promotores y distribuidores», sin nombre propio, esto es, ni famosos ni discográficas en concreto, han movido a través de internet un manifiesto en el que se quejan de la falta de apoyo de las instituciones, niegan mantener una postura victimista e intentan que los receptores de este mail vinculados con el mundillo se unan a ellos firmando con sus datos. Bajo el lema “La música es cultura, la música es empleo”, esperan abrir un nuevo debate en torno a este asunto. Este es el manifiesto completo:

La música es cultura. La música es empleo

Músicos, autores, compositores, intérpretes, managers, productores, editores, mayoristas, tiendas de discos, técnicos de sonido, promotores, distribuidores. El colectivo de profesionales que hacemos la música estamos orgullosos de nuestro trabajo. ¿Somos unos ingenuos por ello?

Hasta hace poco, además de ganarnos la vida con mayor o menor acierto, se nos reconocía que contribuíamos al enriquecimiento cultural de nuestro país. Constituye un gran privilegio ser partícipe de un proceso por el que millones de personas disfrutan todos los días con la música. Hemos estado presentes en sus vidas desde tiempo inmemorial, ya fuera a través de un disco de pizarra, un vinilo, un casete, un CD, los teléfonos móviles, la radio, un mp3 o las actuaciones en directo.

Somos los que propiciamos esas melodías que se incrustan en nuestros cerebros y corazones. Músicas que enamoran, consuelan, o curan; sonidos que alegran, rememoran, evaden, relajan o estimulan. Sí, nos gusta nuestro trabajo. Y sabemos que nuestro trabajo gusta y es necesario.

Ahora, sin embargo, ya no sentimos tantos motivos de orgullo… Porque se ha extendido una cantinela según la cual nosotros no trabajamos, sino que vivimos de un bien al que la gente tiene derecho a acceder de forma gratuita y con total impunidad.

La realidad está muy lejos de todo eso. Nadie sabe cómo será la industria de la música dentro de 10 años, pero seguro que para entonces la música sigue ocupando ese mismo lugar decisivo en nuestras vidas. Por eso mismo nosotros, el colectivo de trabajadores que hace la música, seguimos aportando nuestra mejor imaginación, la mayor energía, el empuje más decidido. Pero lo hacemos solos. O casi. Tenemos a otros colegas que generan obras. Tenemos a nuestro público. Pero ningún apoyo más.

La piratería nos hace daño, desde luego. Mucho daño, aunque parece que sólo nos preocupa a nosotros y a nadie más. Pero la crisis es mayor y más profunda. Los espacios naturales donde nacen el pop y el rock son considerados meros tugurios perseguidos por las Administraciones cuando deberían ser espacios culturales. La música en directo carece de espacios escénicos adecuados. Parece como si no hubiera motivos para seguir ejerciendo la profesión que mejor conocemos y desempeñamos. Ese oficio con el que muchas personas ponen unas gotas de felicidad en sus vidas.

No, no somos unos tipos quejumbrosos. Más bien al contrario: no queremos resignarnos. Cuando nos roban y nos quejamos, se nos ignora. Cuando los empleos que genera el sector se reducen a un tercio se nos dice que debemos cambiar el modelo. Y, eso sí, cuando pedimos apoyo se nos da la espalda porque hay otras prioridades, muchísimo más importantes, indudablemente.

Hace ya demasiado tiempo que estamos solos. Ni los sucesivos inquilinos de la Moncloa ni los parlamentarios que toman asiento en los hemiciclos nos han incluido jamás entre sus prioridades. Tenemos la sensación de no contar para nadie, de no existir. Con una excepción, claro: cuando se vislumbran elecciones de por medio. Insistimos que esto no es una queja, sino la expresión de nuestra perplejidad. De nuestra indignación. Si la música forma parte decisiva del patrimonio intangible de nuestro país, ¿por qué los políticos no se preocupan lo más mínimo por ella?

Para avanzar se necesita empuje, y con el nuestro podrán contar siempre. Todas las semanas surgen nuevas iniciativas para comercializar la música en la red de forma innovadora y beneficiosa para todas las partes: usuarios, autores e industria cultural. Los tiempos cambian y nosotros evolucionamos con ellos. Pero cada vez que avanzamos, alguna piedra se nos despeña por el camino.

Queremos un compromiso por la música, una apuesta verdadera para el desarrollo de una industria que tiene mucho que aportar a la sociedad. Queremos responsabilidad de todos los actores sociales en la lucha contra la sangría de las descargas ilegales. Queremos seguridad jurídica para seguir haciendo bien nuestro trabajo. Queremos apoyo y respeto para una industria que lleva el nombre de nuestro país a todas partes.

Si la música es cultura y empleo, queremos en definitiva, que se actúe en consecuencia de una vez por todas. Exigimos respeto.

Aunque la iniciativa parece haber salido de varios empleados de Sony por cuenta propia, el manifiesto se leerá en Madrid sin ninguna consigna ni logo. No es ninguna novedad encontrar en un texto de este origen una frase como «queremos responsabilidad de todos los actores sociales en la lucha contra la sangría de las descargas ilegales», pero sí hay un par cosas que llaman la atención en tanto que la industria se defiende de algunas acusaciones populares:

«Constituye un gran privilegio ser partícipe de un proceso por el que millones de personas disfrutan todos los días con la música (…) Se ha extendido una cantinela según la cual nosotros no trabajamos, sino que vivimos de un bien al que la gente tiene derecho a acceder de forma gratuita y con total impunidad»: por un lado, los firmantes niegan haberse dedicado a la música para enriquecerse, sino que aman las «melodías que se incrustan en nuestros cerebros y corazones». Por otro, reclaman su derecho a ganar dinero gracias a su trabajo.

«Tenemos a otros colegas que generan obras. Tenemos a nuestro público. Pero ningún apoyo más (…) Los espacios naturales donde nacen el pop y el rock son considerados meros tugurios perseguidos por las Administraciones»: la industria acusa a los políticos de haberse lavado las manos no sólo en materia de piratería, sino en la construcción de espacios dignos para desarrollar conciertos. Insinúan que sólo le echan un ojo a esta cuestión en época electoral.

El manifiesto no es excesivamente moderno, pero al menos no especifica creer en el modelo francés que regula las redes de compartir archivos. Elude este tema discretamente porque sabe que es impopular y se centra en echar balones fuera al tiempo que se muestra abierto a reinventar los modelos de negocio. Aun sonando, aunque crean que no, un tanto victimista y seguro que para muchos, muy poco convincente, especialmente en esa referencia a las «descargas ilegales» que tanta indignación ha levantado en internet, al menos supone un paso adelante en el intento de humanizar a las personas que amaban la música y han perdido su trabajo a lo largo de estos años, y, ante todo, en la valoración de «la red» como algo positivo. Todo un avance:

«Todas las semanas surgen nuevas iniciativas para comercializar la música en la red de forma innovadora y beneficiosa para todas las partes: usuarios, autores e industria cultural».

Quizá si siguen cediendo, se centran en promocionar nuevas formas de hacer dinero como Spotify y prescinden de frases como «nos roban», igual hasta algún día usuarios e industria pueden llegar a un punto de encuentro.

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Publicado por
JNSP
Tags: pirateria