Contaba Wayne Coyne en una entrevista que ‘Embryonic’ es un disco doble de manera premeditada. Según él, sus discos favoritos de siempre son dobles, como el ‘Physical Graffitti’ de Led Zeppelin, el álbum blanco de The Beatles o el ‘Sandinista’ de The Clash, precisamente porque esa extensión se presta a cierto desenfoque, a no centrarse en un solo estilo. Pero curiosamente ese efecto aquí es el contrario: The Flaming Lips logran en estas 18 canciones (que duran unos 70 minutos y caben en un solo CD), una coherencia sonora pasmosa, que no lograban desde ‘The Soft Bulletin’. Una vez que uno se despide del sonido polifónico pulido y bonito de sus últimas obras y se adapta al kraut, al feedback, a la atonalidad, al chirrido, al sonido sucio, todo el álbum toma un sentido global, digno de esas grandes obras a las que aludía Coyne. Cuenta la banda que el disco se inició a partir de una serie de «jam sessions» en las que no se ponían ningún tipo de límite estructural o formal, jams que se han transformado en los cinco cortes con nombre de constelación que funcionan a modo de interludios y que, aunque resultan los cortes más prescindibles, sí sirven de columna vertebral de la obra.
Hay en ‘Embryonic’ una racanería supina con lo melódico, llegando a armar temas completos con apenas uno o dos fraseos, pero una generosidad total en la variedad de texturas, en las miles de capas superpuestas de sonidos, en la búsqueda de llevar las canciones hasta el final, exprimiéndolas hasta dejarlas secas. Arranca la experiencia ‘Convinced Of The Hex’, con ese ritmo marcial, implacable y machacón, sobre el que Coyne canta «Esa es la diferencia entre nosotros» con tono inexpresivo, mientras teclados y zumbidos de guitarra se cruzan nerviosamente de un altavoz al otro. Y aunque ese sea el sonido paradigmático de ‘Embryonic’ (‘See The Leaves’, ‘The Ego’s Last Stand’, ‘Silver Trembling Hands’), su concepto presume de una capacidad mutante tal que en un suspiro se transforma en angustia industrial (‘The Sparrow Looks Up At The Machine’), en desolación flotando en el espacio (‘Evil’) o en sintéticas baladas jazzy (‘The Impulse’).
Una obra tan ambiciosa como ‘Embryonic’ suele ser imperfecta. El álbum sufre un profundo valle compuesto por el trío ‘If’, ‘Gemini Syringes’ y ‘Your Bats’, pero con la hipnótica y sugerente ‘Powerless’ remonta espectacularmente, con increíble solo de guitarra a lo Velvet Underground. Las colaboraciones estelares del disco son, sin duda, lo más atractivo del conjunto. Por un lado, MGMT metiendo jaleo en la salvaje pero pegadiza ‘Worm Mountain’ y por otra Karen O dando una hilarante réplica telefónica a Coyne en la tremenda ‘I Can Be A Frog’. La vocalista de Yeah Yeah Yeahs también participa en el magnífico, épico, cierre del disco, ‘Watching The Planets’, una celebración de las leyes de la naturaleza y, por extensión, de la libertad individual.
The Flaming Lips seguirán resultando aburridos para los seguidores de Coldplay y ‘Embryonic’ no va a resultar satisfactorio para quien busque una prolongación de los logros de las anteriores obras de la banda oficial de Oklahoma, pero sí para quien confíe en la capacidad de sorpresa de una banda que se reivindica a sí misma con un disco magnético y expansivo, heredero de las grandes obras del rock progresivo (precisamente proyectan reinterpretar el ‘Dark Side Of The Moon’ de Pink Floyd), que promete crecer con los años para, dentro de algunas décadas, servir de inspiración a alguna banda que quiera emular los grandes discos dobles de la historia del rock, como ‘Physical Graffitti’, el álbum blanco o ‘Embryonic’.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Watching The Planets’, ‘I Can Be A Frog’, ‘Convinced Of The Hex’, ‘Evil’, ‘Powerless’
Te gustará si te gustan: los grupos de rock ambiciosos e inconformistas, el kraut-rock, la psicodelia
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