Discos de la década: The Field

Durante los años ’90, la música electrónica se llevó bien de disgustos en nuestro país. A pesar de que a finales de los ’80 y principios de la pasada década, la actividad se centraba fundamentalmente en Valencia, a partir de 1993 comienza la decadencia de lo que los medios aventuraron a llamar «la Ruta del Bakalao». Historias tremendas sobre discotecas que no cerraban ni a sol ni a sombra, noches sin fin, combinaciones mortales de drogas y alcohol y una generalización desmedida como sólo a los españoles se nos ocurriría; llevaron a nuestro país a una demonización de todo lo que llevase la etiqueta «electrónica». Del trance al synthpop pasando por el house, la música electrónica fue vilipendiada en casi todos los medios de comunicación, imposibilitando la creación de una escena seria y reconocida, como ha pasado en muchos otros países europeos.


Vale que durante todos aquellos años se cometieron muchas barbaridades, además de clarísimos atentados musicales (y por desgracia, también al buen gusto). De esto nos queda una pequeña reminiscencia paleta, que implica que muchos utilicen rebuscados eufemismos para hablar con pasión de géneros como el techno, el progressive o el trance, cuando en la misma ruta del bakalao había subgéneros interesantes. Por suerte, la década de los años 2000 nos ha traído una música electrónica allende nuestras fronteras más intelectualizada, capaz de quitarnos los prejuicios de encima. Ahora techno y trance, dos géneros multitudinarios en las décadas de los 80 y los 90 respectivamente, han dejado paso al dubstep y al minimal, que poco a poco tienden a imponerse frente a los mencionados con anterioridad. Ha sido ahora, especialmente a partir de la mitad de la década, cuando el género ha madurado y han surgido las manifestaciones más interesantes (y las que quizá le han dado el reconocimiento que merecía).

Es el caso de Alex Willner, más conocido por su trabajo como The Field. La historia de este sueco es más que interesante: allá por 2005 envía una maqueta a Kompakt, el prestigioso sello alemán de música electrónica. Su propuesta, a medio camino entre el ambient, el techno y el minimal, se abre camino en la compañía, y le fichan inmediatamente, en principio para hacer remixes de algunas canciones. Entre los artistas a los que remezcla, se encuentran Annie, James Figurine, Battles, Thom Yorke o Familjen. Sin embargo, no es hasta 2007 cuando el sello publica su primer disco, de un más que premonitorio título: ‘From Here We Go Sublime’.

Con casi 66 minutos de duración, ‘From Here We Go Sublime’ es una brillante aproximación al mundo de la electrónica en el que se movía Willner en ese momento. Cientos de capas y repeticiones hacen que el LP se mueva entre diversas corrientes y géneros musicales, entre los que destacan el minimal techno, el trance y el acid. Pero sin embargo, también se trata de una conjunción entre pop, rock y electrónica, porque Willner también samplea (de un modo velado, pero lo hace al fin y al cabo) composiciones de Lionel Ritchie, Kate Bush o My Bloody Valentine

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No era de esperar, pero el primer disco de The Field fue realmente exitoso. Se tiró meses en el número uno de la lista de Metacritic, siendo uno de los discos más aclamados por la crítica en 2007, rompiendo el mito de que la música electrónica no puede crear emociones. El universo personal de Willner se plasma mágicamente en diez magníficas canciones capaces de traspasar la barrera entre el artista y el oyente. La inclusión además de instrumentos no electrónicos y de una parte vocal capaz de crear algo similar a un estribillo, contribuyen a suavizar un poco la aspereza de un disco de loops y repeticiones infinitas, no pensado en principio para el gran público, pero sí convertido en un fantástico termómetro que ayuda a medir la repercusión de un determinado género en el panorama musical.

Sin embargo, la grandeza de The Field radica además en su propia historia. Un sueco capaz de meter un pie en uno de los sellos de música electrónica alemana de mayor prestigio y que hace uno de los mejores discos que han publicado nunca. Willner es el paso final que todo estilo musical ha de superar: la globalización. La tradición alemana con la música electrónica es, obviamente, mucho más extensa que la de cualquier otro país. Sin embargo, asumir un concepto como este contribuye a la popularización y aceptación del mismo. The Field, sin llegar a ser conocido por la masa, sí ha sido capaz de hacerse con una base crítica de seguidores más extensa que los puramente aficionados a la electrónica, ampliando un radio de acción que siempre ha estado algo limitado. Es por eso que se merece un puesto en nuestra lista de discos de la década. Primero, por haber creado un sonido sintético que es el paradigma y la vanguardia de la mitad final de la década de los 2000. Segundo, por haber conseguido quitarnos de la cabeza la idea de que una canción electrónica sin ningún tipo de letra inteligible podría convertirse en una de las mejores canciones de la historia de la música. Tercero, por convencernos definitivamente de que hay vida en la música electrónica más allá del chunda-chunda. Y cuarto, por formar parte de una pequeña edad de oro de la electrónica junto al dubstep o el comeback de la cosmic music, que tantas alegrías nos ha dado últimamente.

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Publicado por
Lolo Rodríguez