Chinarro + HEALTH + The Pastels + Cymbals

Ayer leíamos en El Mundo que un concursante de un programa de EE.UU. ha adelgazado 108 kilos en seis meses. No sabemos cómo lo habrá logrado, pero subir las escaleras del Círculo de Bellas Artes varias veces para asistir al Primavera Club en su última planta es definitivamente una opción. Sin aliento llegamos al show de Sr. Chinarro, en el que prometía centrarse en sus primeros discos en lugar de en los últimos, más poperos. Diez minutos antes de que le tocase salir ya estaba Antonio Luque en el escenario acompañado de un baterista, un bajista y un violonchelista probando sonido, gastando bromas al micrófono, etcétera. A las 20.25 soltó: «empezamos, ¿no?». Y la cosa comenzó, sonando desde el principio tan pulcra y clara que aquello de que en los 90 Chinarro hacía de cada interpretación en directo un desastre, un despropósito además inconcluso, parecía una leyenda urbana. Él mismo se dio cuenta de la diferencia entre tiempos pasados y presentes, diciendo antes de la última canción: «Hoy ha salido todo bien. Incluso el taxista era amable, no os digo más».

La banda optó por un casi, casi estricto orden cronológico, que encontró su punto álgido en los tiempos de ‘El por qué de mis peinados’ y ‘Noséqué-nosécuántos’, con las interpretaciones de ‘Quiromántico’, presentada como «una canción muy sencilla, pero si os gusta…» o ‘El idilio’. Algún despistado pidió ‘Los ángeles‘ o ‘Del montón’, aunque Luque había excusado la ausencia de sus últimas canciones porque el concierto trataba de recordar las primeras. «No las veo tan diferentes», aclaró y anoche fue evidente que no. Al menos en su ejecución limpia de 2009, sus primeras obras conquistaron a los fans de la última etapa, aparte de por supuesto emocionar a los seguidores de la antigua. Ahí queda el setlist. 9. Supervago.

1.-Niño helado
2.-Desilusión
3.-Su mapamundi, gracias
4.-Papá matemáticas
5.-Sal de la tarta
6.-Miramos en la caja
7.-El libro gordo de peut-être
8.-Quiromántico
9.-Santateresa
10.-Informe para un barco vikingo
11.-El idilio
12.-Un trébol de 3 k
13.-Cero en gimnasia
14.-Bye Bye

A HEALTH no les importó lo que hubiera más allá del escenario. Ante un público hiératico, salieron a darlo todo desde el principio, en especial su guitarrista, el melenudo John Famiglietti, que a veces de hecho no toca nada y sólo se dedica a mover el pelo de derecha a izquierda como si en The Smell también tuvieran su sección de go-gós sui generis. El grupo tuvo algún problema de sonido al principio, básicamente porque se oía bajo, y las voces no llegaban a sonar del todo «bien». Sin embargo, pronto se resolvió y el gran trabajo a la batería de Benjamin Jared Miller, que estéticamente cabe tanto en un grupo de metal como en Camela, acompañado puntualmente de Jupiter en algunas percusiones, marcó un ritmo apabullante, salvaje, bestial (ese tipo de palabras) durante 45 minutos (algo menos, de hecho), en los que brillaron un sinfín de canciones de dos o tres minutos, a destacar por supuesto ‘Die Slow’. Ojo porque hoy en la Caracol pueden estar incluso mejor. 8,5

. Supervago.

The Pastels, a priori, era ese comeback estrella que se ha convertido en una cuota ineludible para cualquier festival. Cuando se anunció su participación en el Primavera Club ’09, celebrando la publicación de su álbum de regreso tras doce años (junto a los japoneses Tenniscoats, a los que me pareció ver entre el público), parecía haber una gran expectación por verles. Pero ayer hubo cierto ambiente de frialdad durante su actuación en Caracol. The Pastels como cuarteto, contando con el mítico (al menos para mí) Gerard Love al bajo, no fueron para nada el desastre que algunos auguraban. Con un fondo de imágenes de sus día dorados, Stephen Pastel y Katrina Mitchell, sin Aggi, dibujaron bucólicos paisajes perfectos para una helada noche de otoño en Madrid. Ese sonido deslavazado tan marca de la casa se veía engrandecido por la intervención de una trompetista y un flautista que aportaban matiz y volumen, amplificando el perenne encanto melancólico de los escoceses, que a muchos nos embelesó por momentos, pero que aburrió a muchos otros que encontraron el momento perfecto para saludar a los amiguetes. Dignísimo show lejos, por ejemplo, del decepcionante regreso de sus amigos y coetáneos The Vaselines. Elegantes, tuvieron el detallazo de dedicar su tema estrella ‘Nothing To Be Done’ a Montse y Luis de Elefant, tal y como hicieran sus paisanos Camera Obscura hace unas semanas. 6,5. Caniche.

Cymbals Eat Guitars han sido la banda-mimada-oficial-Pitchfork-2009, con su debut, ‘Why There Are Mountains’, puesto por las nubes. Y ayer en Caracol, asistimos también al más claro hype-por-el-forro-Pitchfork-2009. Las para mí escasas virtudes de su disco, algunas buenas melodías y una buena paleta de arreglos muy diversos, se diluyeron anoche. Toda esa policromía de cuerdas y vientos eran reproducidos por un teclado de sonido feo y chillón, mientras que Joseph D’Agostino se lanzó cuesta abajo en una interpretación excesivamente agresiva, muy aparente pero poco eficaz, de unas canciones que, como a un mal mago, de cerca se les ve el truco: no son más que una absurda sucesión de melodías más o menos atinadas (algunas, dignas de Blink 182), continuamente interrumpidas por unos cambios de ritmo vacíos y sin sentido, que no llevan a ninguna parte. Reservando obviamente su mejor canción para el final (‘Winds Phoenix’), la banda satisfizo a un público que sí parecía estar viendo todo lo que de ellos dice Pitchfork y más, mientras uno se sentía como un perro verde, aguantando hasta el final por respeto, deseando volver a casa. 4 Caniche.

Neon Indian: No cupimos. Supervago.

Fotos: Primavera Club.

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JNSP