Infectados

Quizá uno de los miedos de la Humanidad a día de hoy, sea el de una pandemia global. No en vano, durante los últimos años, las noticias de la gripe aviar y la gripe porcina han invadido los telediarios y las páginas de los periódicos y medios online. Y han desvelado en nosotros ese miedo, irracional pero instintivo y primario, a la enfermedad y a la posibilidad de un contagio generalizado contra el que las autoridades (ni sanitarias, ni políticas, ni militares) puedan hacer nada. Y ese es, a grandes rasgos, el relato que Àlex y David Pastor cuentan en ‘Infectados’ (‘Carriers’, en su título original, que sería más bien como «portadores»).


El filme, producido en Estados Unidos con un elenco bastante desconocido (aunque cualquiera será capaz de reconocer a Chris Pine, a quien hace poco vimos también en ‘Star Trek’ y a Piper Perabo, de ‘Coyote Ugly’), no ha tenido en España el éxito que se esperaba. Quizá la culpa sea de la productora (que ha maltratado la cinta de mala manera) o de un torpe trailer que presenta la película casi como una película de zombies o incluso de acción. Por un lado, de los zombies ni rastro (de hecho, nadie puede evitar pensar en la famosísima frase de Enjuto, «no son zombies, son infectados»). Y por otro lado, no es que no tenga acción, que sí; es que el transfondo de la película es otro muy distinto (y muchísimo más chungo).

No miento cuando digo que nadie puede imaginarse qué haría en una situación semejante. Pueblos esquilmados, desolados y desiertos a causa de una infección que se transmite fácilmente por el aire -y lo que es peor, es casi invisible durante los primeros momentos- y una sensación de soledad y desamparo que llevan a los protagonistas de la película a plantearse dramáticas decisiones. Contada como una road movie, en la que muchas veces te preguntas cuál es el sentido de seguir adelante si se ve de lejos que ya está todo perdido, ‘Infectados’ tiene grandes aciertos en lo que a planteamientos morales se refiere. Porque a ver quién es el guapo que jura y perjura que continuaría un viaje en un coche con alguien que se sabe portador de un virus mortal capaz de matarte en horas, cuando eres uno de los pocos supervivientes de la pandemia. Así que toca ir dejando gente por el camino, sin importar edad, raza, constitución física o vínculo. Es lo que hay y es, en realidad, lo que cuenta la película. La historia de varias personas que se quieren… y acaban con otras a las que no por puro capricho del destino.

Porque, pensándolo bien, el error del trailer está incluso ahí, en la forma de presentar una película de incalculable valor sociológico. Los infectados no son más peligrosos que la propia enfermedad, como asegura. Lo que es más peligroso que la propia enfermedad es el instinto de supervivencia animal que todos tenemos, que nos lleva a tomar decisiones egoístas, dolorosas y francamente difíciles, aun incluso cuando pensamos que todo está ya perdido. Y eso es lo que los hermanos Pastor cuentan aquí, que les ha valido el reconocimiento de la crítica internacional. La pena es que después de una película muy decente, con un clímax casi perpetuo que te hace preguntarte todo el tiempo qué va a ser lo siguiente, que pasa (de puntillas, pero pasa) por temas tan controvertidos como la eutanasia con frases tipo «a veces escoger entre vida y muerte es sólo escoger una forma más dolorosa de morir», y que cuenta con un giro bastante bueno que no te esperas del todo; terminan con una escena de lo más llorica, propia del cine americano. Por suerte, es lo suficientemente pasable como para que uno, al terminar el largometraje, no pueda evitar dejar de hacerse preguntas de lo más incómodo. 7

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Lolo Rodríguez