Para ser justos, si nos ceñimos a lo estrictamente tecnológico, tenemos que reconocer que lo de ‘Avatar’ es una maravilla. Y no precisamente por el uso del 3D, que a los 30 minutos se te -y se le- olvida que está ahí, sino por ser el primer filme en el que todo lo creado por ordenador parece real. Y eso que hablamos de más del 80 % del filme parido por computadoras. Hasta ahora, cualquier paisaje, objeto o criatura digital que aparecía en una película imitaba la realidad, pero no la conseguía. Así que no hay que ser muy Nostradamus para vaticinar que habrá un antes y un después en lo que a efectos visuales se refiere gracias a esta aventura onanista de guión infantil, diseño artístico chirriante y, sobre todo, duración excesiva.
Porque llegó el momento de sacar los colores a la película, y el más evidente es, sin duda, el del diseño de sus criaturas. No sé a qué mente preclara se le ocurriría que una especie de gatos de cuatro metros, azules, con taparrabos y pecas brillantes podrían ser los protagonistas de un blockbuster de semejante dimensión. Que sí, que hemos visto el estreno de cobayas espías y chihuahuas pijos perdidos en América… ¿Pero unos gatos fluorescentes como estrellas del filme más caro de la historia? No sé, suena a broma. Así que chapó
por los genios que vendieron a Cameron ‘El Perfeccionista’ la idea de que un planeta fluorescente habitado por felinos parlantes rodeados de una fauna y flora inspirada en los arrecifes de coral funcionaría. Si por lo menos Nemo hubiese hecho una aparición estelar… Pero no. Preparaos, que los que se quejaban de que George Lucas se transformara en el Ibáñez del Sci-Fi, rellenando hasta lo barroco cada plano de Star Wars no con telarañas sino con robotitos y criaturas graciosillas, ahora al lado de James Cameron les va a parece hasta minimalista.Vamos, que lo de ‘Avatar’ es un empacho de biología futurista que responde a la necesidad de demostrar lo mucho que se han trabajado la película quizás, que lo dudo, respondiendo a un intento desesperado de cubrir las carencias de un guión de risa. No mentimos los que comparamos la historia con ‘Pocahontas’. Pero la de Disney, no una cualquiera. Cambian los barcos por las naves y los indios por pitufos flúor, pero en esencia, es la misma película. ¡Hasta tienen un árbol que habla y da consejos para entender la vida! Naturaleza por aquí, invasores por allá, un mineral que hará ricos a los que lo encuentran y tres horas de postales que dejan la cabeza loca. Por lo menos James Cameron ha tenido los huevos de parodiarse también a sí mismo. No por fichar a Sigourney Weaver, que prefiere interpretar otra vez a la doctora de ‘Gorilas en la Niebla’ antes que a la Teniente Ripley, sino por la lucha final entre malo y bueno, calcada de ‘Aliens’ y encima sin nadie que diga eso de “Apártate de ella, zorra”. Mención aparte merece la canción final de Leona Lewis. ¿Habéis probado a cantar el ‘My Heart Will Go On’ de Celine Dion encima?
En definitiva, que sí, que si te gusta el cine ‘Avatar’ hay que verla. En la pantalla más grande y en tres dimensiones como Dios manda. Pero no busques nada más allá de la experiencia sensorial. Si vas al cine que sea por lo mismo que te habría gustado asistir a ‘La llegada del tren’ de los Hermanos Lumiere, a la primera proyección de ‘El Cantor de Jazz’ o a la primera experiencia Technicolor en una sala. ‘Avatar’ se ve para formar parte de la historia. Para decir “Yo estuve allí”, porque aparte de esto, poco más podrás contar a tus nietos cuando te pidan repetir las aventuras de su abuelo cebolleta. 3