‘Hay alguien ahí’ se despide por la puerta de atrás (de atrás del todo)

Cada día resulta un poco más aburrido que el anterior leer en un foro que la ficción española es una mierda. En muchos casos lo es, desde luego, pero parece que nos olvidamos de que las series americanas y británicas que tanto adoramos también tienen sus temporadas malas, sus capítulos malos o de que a veces los productos de estos países no son la repanocha pero simplemente molan. ‘Hay alguien ahí’ no ha sido una serie excelente. Rara vez el terror ha dado lugar a una buena serie de verdad. Y de hecho los que nos hemos criado mamando terror de toda índole, no tenemos una especial preferencia precisamente por los buenos guiones o las buenas interpretaciones en el género. Quiero decir que yo en prime-time quiero ver espíritus, sustos y adolescentes que hacen ouija. Que los actores lo borden me parece lo de menos.


La familia que se ha enfrentado a los espíritus de una casa en las afueras de Madrid tiene su gracia: el padre piloto interpretado por un notable Eduard Farelo; el hijo que cuelga en su cuarto pósters de Sr Chinarro, We Are Standard o Belle & Sebastian etapa ‘The Life Pursuit’; la niña como vehículo entre el mundo de los vivos y de los muertos en un guiño definitivo a ‘Poltergeist’; la hija que se enrolla con un librero que tiene visiones y que ha terminado cediendo su imagen en la vida real para vender libros sobre parapsicología… Todo prometía. Pero algo ha fallado. Tras una primera temporada aceptable en torno al 10% de share la noche de los lunes, por encima de la media de la cadena, esta segunda se estrenó en martes, se pasó a los miércoles, se anunció para un domingo aunque nunca llegó a emitirse en este día, después volvió a los martes pero mucho más tarde y finalmente la serie terminó humillada los miércoles a la 1 de la madrugada, culminando, aceleradamente y para colmo, un jueves a las 0.15, día y horario en el que nunca se había emitido. Menos de medio millón de friquis en toda España hemos permanecido pendientes.

Quizá ‘Hay alguien ahí’ no ha terminado de gustar porque es ese tipo de producto que ni es exquisito en su realización ni es abiertamente kitsch. A lo largo de las dos temporadas los guionistas han abierto varias tramas que no han tenido ninguna relación con el caso, en la primera temporada comentábamos la del accidente de coche de Íñigo y Silvia y en la segunda ha sido la del pretendiente de la madre. Y por otro lado, no sabemos si escenas imposibles como aquella en que un cura le pedía «por favor, por favor» a los espíritus de la casa de esta familia que se metieran en una piscina, y los espíritus de hecho obedecían, estaba hecha en serio o de broma.

En sus mejores momentos, la serie de Cuatro ha sabido aunar el terror que provocan los muertos y el que provocan los vivos (el personaje de Rebeca y esos asesinos friquis que recuerdan a los asesinos friquis que a veces han manejado los hermanos Coen). En los peores, ha abusado de falsas muertes y finales supuestamente apoteósicos que en el siguiente episodio se desmentían hasta aburrir a un espectador ávido de caña. El último capítulo ha repetido todo esto, recurriendo demasiado a los cambios en el tiempo, que en principio parecían una buena idea, y dejando sin explicar algunas tramas, pero a cambio regalándonos una pequeña sesión de gore, posesiones y momentos de pánico, lo cual tiene más peso.

‘Hay alguien ahí’ ha tenido sus más y sus menos, pero su final da pena porque su fracaso deja en muy mal lugar a los seguidores del terror o la intriga televisivos, sobre todo si recordamos que ‘El Internado’ acaba este año, ‘Acusados‘ en breve y ‘Los protegidos‘, que ha tenido un gran éxito, es más ‘Médico de familia’ que otra cosa.

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Publicado por
Sebas E. Alonso