Anteriores experiencias vividas en el recinto indicaban que el sonido no iba a ser el ideal, pero aun así entró dentro de lo no-muy-desastroso. ‘Success’, la canción que abre su último LP, fue la primera de las dieciocho que interpretaron durante la hora y media que duró la actuación, un repertorio muy bien elegido y medido, en el que además de presumir de sus temas más recientes, como la primera en sonar, ‘Summer Well’, ‘Barricade’, ‘Memory Serves’ y ‘Lights’; repasaron los otros tres largos, incidiendo especialmente en ‘Turn On The Bright Lights’ (2002) y ‘Antics’ (2004), con ‘Say Hello To The Angels’ y ‘Narc’ en segundo y tercer puesto del set, provocando la locura colectiva, evidentemente. Otras joyas rescatadas fueron ‘Untitled’, ‘PDA’, ‘C’mere’ o ‘Slow Hands’. Paul estaba más agradable y sonriente que nunca, hablando en un castellano envidiable para otros estadounidenses, y recordando a los asistentes que Madrid es una de las ciudades más importantes para él, ya que vivió aquí cuatro años.
Con ‘Not Even Jail’ se fueron unos minutos para hacer al público desear un bis, y por supuesto que hicieron sus deseos realidad: Kessler volvió el primero para tocar los primeros acordes de ‘The Lighthouse’, y los demás le siguieron. ‘Evil’ y ‘The Heinrich Maneuver’, el single de su tercer LP (del cual también sonó ‘Rest My Chemistry’), pusieron el punto final. La ausencia de Carlos D se notó, pero tener a un ex Slint y ex Tortoise sobre el escenario como sustituto no es moco de pavo, y con el buen rollo que se respiraba, da la impresión de que hay Interpol para rato. Que sigan, que aún pueden sorprendernos.
Surfer Blood, que venían de actuar solos en una sala en Santiago, sonaron peor que el grupo principal, pero dieron un concierto muy animado, y están cada vez más rodados y seguros sobre las tablas al presentar los temas de ‘Astro Coast‘ (2010), su álbum de debut. ‘Take It Easy’, ‘Twin Peaks’, ‘Floating Vibes’ o ‘Catholic Pagans’ causaron muy buena impresión entre el público, y a John Paul Pitts, cantante y guitarrista, se le ve cada vez más lanzado, con menos miedo, sobre todo durante la primera, en la que se descolgó su instrumento para moverse con más soltura.
Foto: Lourdes Lorenzo.