25º aniversario Pixar: Top 10

Este jueves fue un día triste. Una fecha que conmemoraba el 52 aniversario del día en el que, según dicen, murió la música. Pero el mundo no es o blanco o negro. Ni siquiera se compone de miles de matices de gris. Toda desgracia se acaba enfrentando siempre en la balanza a una mirada más optimista de la realidad que evita el suicido colectivo. El eterno dilema de las botellas medio llenas o medio vacías. Y si el día 3 algunos lloraban por la desaparición de Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, otros, a su vez, reíamos al descubrir por casualidad que hacía 25 años que Steve Jobs le compró a George Lucas una pequeña división de efectos especiales por ordenador de Lucasfilm, capitaneada por unos chavales llamados John Lasseter y Ed Catmull, con la que fundó una nueva compañía: Pixar Inc. Curiosamente, los mayores expertos del cine contemporáneo en demostrar que siempre es mejor aquello de “always look the bright side of life”.


Con esta compra, al parecer, la intención de Jobs era forrarse, aprovechar el ingenio de esos muchachos para desarrollar una serie de programas que sirvieran lo mismo a comunidades científicas y a empresas de FX para la creación de efectos CGI. Pero Lucas, que se conoce que por aquel entonces conservaba algo de lucidez, ya le avisó de que aquellos chicos no tenían la intención de convertirse en simples desarrolladores de software. Y así lo demostró Lasseter, que nada más independizarse comenzó a investigar en las posibilidades de animación por ordenador dando luz a su primer cortometraje, ‘Luxo Jr.’, protagonizado por un pequeño flexo y una pelota que acabarían convertidos en iconos de la compañía. El primero por aparecer en el logo, y la otra, por sus cameos en la mayoría de las películas que después vendrían. Una historia de menos de dos minutos, muda, que ya daba indicios de aquello que se ha dado en llamar ‘el toque Pixar’.

Lo cierto es que a pesar del éxito de los cortometrajes, les costó casi una década cambiar el nombre de Pixar Inc. a Pixar Animation Studios. En ello tuvo mucho que ver Disney, con la que viven desde entonces un romance con divorcio incluido, y que les contrató para hacer tres películas. La primera, una historia familiar sobre unos juguetes y sus aventuras.

Mucho tuvieron que luchar en Pixar para que aquello que les pedían no se convirtiera en un musical para niños al uso. Preferían hacer algo más profundo, algo cuyo guión ya fuera tridimensional para no confiar en la maravilla técnica todo el peso de la película, historias parecidas a las del estudio Ghibli, su principal referencia. Y se llevaron el gato al agua, no tanto por los premios ni por la recaudación (‘Toy Story’ fue la más taquillera de 1995), sino por haber fundado una corriente en el cine de animación que demuestra que el ordenador es solo una herramienta. Y si no que se lo digan a estudios como Dreamworks.

Cuesta hacer un ranking de sus mejores películas. Primero, porque la progresión de calidad de sus cintas sube un peldaño más, o por lo menos se mantiene, con cada estreno. Segundo, porque tampoco han producido tantas historias, once hasta el momento. Y tercero, porque el hecho de que estan sean sus mejores películas no implica que no haya habido otros estudios que también hayan puesto su granito de arena. Así que ya os avanzamos, de momento, que en este Top 10 se nos ha quedado fuera ‘Cars’, curiosamente el proyecto más personal de Lasseter (no hay entrevista en la que no aparezca con su camisa hawaiana estampada con los personajes de la misma) y primera parte del que será su próximo estreno, ‘Cars 2’. Por cierto, que tiene guasa que la película más denostada por los fans del estudio sea, precisamente, la licencia que más merchandising vende y dinero genera en las tiendas.

10. Bichos (1998)
Lo tenían complicado en Pixar. Después de ‘Toy Story’, todo el mundo centraba su atención en el estudio, sobre todo porque habían pasado tres años desde el estreno de su primer largometraje. En su momento, y sobre todo comparándola con el ‘Antz’ de Dreamworks estrenado ese mismo año, y que por mucho Woody Allen que pusiera la voz no ganó la partida, no se notaban tanto sus imperfecciones. Pero en un segundo visionado, con el peso de lo que vendría después instalado en nuestra cabeza, esta suerte de adaptación de los ‘Siete samurais’ de Kurosawa ha perdido brillo. Se salva, sobre todo, por lo acertado de sus personajes secundarios, especialmente la pareja de bichos bola. Pero cuando lo que más recuerdas de la misma son sus tomas falsas, es que algo falla.

9. Toy Story 2 (1998)
Se cuenta que Disney, tan fanática de la explotación de segundas partes en vídeo, tenía pensado sacar un producto barato en VHS para aprovechar el tirón de Woody y Buzz. Incluso que empezaron a elaborar la película. Pero cuando Lasseter vio lo que estaban haciendo con sus criaturas, mandó parar el proyecto ya en una fase muy avanzada para darles la dignidad y la continuación que se merecían. El resultado fue tan notable que los planes iniciales se cambiaron y se decidió estrenar el filme en los cines, con tan buena acogida, que muchos críticos aseguraban que superaba a la primera parte de la ahora trilogía. Y no estaban equivocados. La historia exploraba con más crudeza los conflictos relacionados con el rechazo y el miedo a dejar ir a los que quieres según vas creciendo. La mierda que supone hacerse mayor. Pero además, por primera vez, las parodias de otras películas se hacían sin rubor (‘Jurassic Park’, por ejemplo) para, lejos de parecer un intento desesperado por maquillar una falta de imaginación (leáse ‘Shrek 2’ y sucesivas), lanzar guiños a los cinéfilos que estaban en la butaca. Aunque quizás su mayor logro fue conseguir por primera vez que adultos y niños lloraran sin rubor con la historia de la muñeca Jessie, por muy insoportable que en ocasiones el personaje resultara. Claro que, si nos tenemos que quedar con una secuencia, que sea esta.

8. Los Increíbles (2004)
Realizar una nueva lectura del mito de los superhéroes, de la maldición que toda responsabilidad sobrehumana conlleva, es algo que directores como M. Night Shyamalan con ‘El Protegido’, Christopher Nolan con ‘Batman Begins’ o Sam Raimi con ‘Spiderman’ han sabido explorar. Pero a pesar de los buenos resultados, ninguno logró alcanzar la perfección de esta historia dirigida por Brad Bird. El teaser de la película, que nos mostraba a Mr. Increíble intentando abrocharse el cinturón, ya nos daba pistas sobre lo que nos esperaba. Pero se quedaba corto. La historia de esta familia que debe comportarse como gente «normal», los conflictos surgidos de la obligación de ser quien no eres, tiene una lectura más allá de las gracias de ver a gente que se estira como el chicle Boomer. Su intento de parecer un falso documental, por inusual en la animación, le hace ganar puntos. La aparición del personaje de Edna Moda, dignidad.

7. Buscando a Nemo (2003)
Venga, volvamos a las comparaciones, que es muy de madres, pero funcionan: la respuesta de Dreamworks a esta historia de peces en el mar fue ‘El Espantatiburones’. Y aquí dejaríamos de escribir. Pero sería injusto no resaltar la aparición en este largometraje, por primera vez, de uno de los pilares del toque Pixar, su constante: el conflicto entre padres e hijos y la angustia que esto supone, sobre todo para los segundos, que deben hacer lo más doloroso que un ser humano puede hacer: dejar que lo que más quieren se vaya de su lado. Y es que Nemo no es la historia de un padre que viaja a Australia para recuperar a su hijo secuestrado en compañía de una pez llamado Dory (uno de los grandes secundarios del estudio), sino el necesario viaje de un progenitor que termina en el momento que aprende a decir «Adiós, hijo», las últimas palabras pronunciadas en la película.

6. Monstruos S.A. (2001)
Así, en principio, la cosa no pintaba bien. Al menos para el que esto escribe. Una película basada en la vida de los monstruos que habitan en el armario no parecía muy seductora. El universo que se esconde detrás de los miedos infantiles ya se había explicado con sobresaliente en ‘Pesadilla antes de Navidad’. Y además, que en España siempre hemos sido más de El Hombre del Saco. Los armarios por aquí son muebles, no habitaciones con puerta, ¿quién va a creer de niño que un monstruo vive en un mueble que ni siquiera es de Ikea? Si a esto le sumamos el anuncio de que el doblaje español iba a ponerse en manos de Santiago Segura y José Mota, apaga y vámonos. Pero nada más satisfactorio que comerte tus propias palabras para reconocer que aquella fue, y es, una de las grandes de la compañía. Muy culpable de ello es el personaje de Boo, quizás, la primera niña pequeña en una peli de dibujos animados a la que no deseas estrangular por repelente y cansina. Ella es el principal motor de una película de acción que deja entrever por primera vez ese rollo del «dejar ir» que tan bien funcionaba en ‘Nemo’. Monstruos era la confirmación de que el sentimentalismo no es sinónimo de recurso barato. A ver quién es el guapo o la guapa que se atreve a decir que no se le parte el corazón viendo la escena de despedida entre Sully y la pequeña. A ver quién dice que no llora cuando Sully vuelve a escuchar ese «Gatito» al cruzar de nuevo la puerta reparada. Lo que pasó después de ese encuentro lo sabremos en la segunda parte, que llega el año que viene.

5. Wall-E (2008)
Cuando los primeros rumores decían que la próxima película de Pixar iba a ser muda, muchos se echaron las manos a la cabeza. ¿Ni una sola palabra, en serio? Tampoco era para tanto, al fin y al cabo las clásicas ‘Silly Simphonies’ de Disney, o cualquier cartoon de los años 30 ya demostraban que entretener con dibujos sin diálogo era posible. Pero hay que reconocer que la propuesta era arriesgada. Lo que se planteó como un experimento lleno de gracietas inspiradas en el mundo Mac acabó siendo todo un homenaje al amor, empezando por el cine y acabando por la propia vida. Antes de verle en acción, todo el mundo pensaba que Wall-E era una burda copia del Nº 5 de ‘Cortocircuito’. Después de verle moverse por su mundo en soledad, cualquier parecido con aquella realidad previa era pura coincidencia. Buster Keaton o Charlie Chaplin sustituyeron en nuestra cabeza al robot más famoso de los ochenta (con permiso de Robocop y Terminator) como principal referencia. Lástima que la segunda mitad de la película, cuando abandonan el Planeta Tierra, desluzca el resultado final. Qué distinto habría sido todo si hubiera continuado como empezaba…

4. Toy Story (1995)
Fue la primera, y con eso basta. Pero si en su momento lo primero que pensábamos cuando la vimos en el cine era «Mira, parece madera de verdad» o «Qué gracioso es el señor Patata», en los posteriores visionados, ya creciditos, nos dimos cuenta de que estamos ante un clásico de esos que marcan un antes y un después en la historia del cine. Sólo por haber sido la pionera en el cine de animación por ordenador ya se habría ganado el título, pero como decíamos antes, todos en Pixar supieron ver que ahí no debería quedarse la cosa. No obstante, «Hasta el infinito, y más allá» no es una simple frase, sino una filosofía de vida, y «El gaaaancho» de los marcianos de la máquina de PizzaPlanet, nuestra imitación más repetida.

3. Ratatouille (2007)
Ratones de dibujos en el cine hay muchos. Mickey, sin ir más lejos. Pero también Pixie y Dixie, Jerry, Pica… ¿Qué hace tan especial a Remy, entonces? Para empezar, que no es un ratón, sino una rata, y para los responsables de este título ese fue el principal obstáculo a superar: hacer atractivo un animal que repugna a buena parte de su público objetivo. Y eso es algo que no se consigue solo con ponerle el pelo azul. Al fin y al cabo, al poco de empezar la película, cuando la dueña de la casa donde vive Remy con su familia les descubre, del techo cae una plaga de roedores tal y como es en realidad. ¿Entonces? ¿Por qué empatizamos con ese bichejo? Puede que ahí esté el germen de aquello que hace perfecta a esta película, en la que se nos cuenta cómo se puede llegar a ser felices sin alcanzar aquello que soñamos. Que conformarse y aprender a vivir como un chef más, y no como el mejor de todo París, también es una opción. Pero quedarse con la moraleja sería quedarse en la superficie. En ‘Ratatouille’ sucedió algo insólito. Ocurrió que la gente de Pixar hizo la receta perfecta, combinó en su justa medida todos los aciertos y constantes que habían explotado en sus anteriores películas y, además, despertaron un nuevo sentido que rara vez se estimula en el espectador de cine: el gusto. Referencias a la magdalena de Proust aparte, y parecidos con redactores de JNSP de algunos personajes también, lo cierto es que hay pocas películas redondas en el cine de los últimos años. Y esta, música de Michael Giacchino incluida, es una de ellas.

2. Toy Story 3 (2010)
El más difícil todavía. Si hay una ley no escrita que asegura que segundas partes nunca fueron buenas, tratándose de terceras, la mayoría ni se molesta en esperar algo digno. Aquí tenemos la prueba de que hay una excepción en toda regla. Una película perfecta desde la escena en el tren del inicio, que nos hace recordar cómo era aquello de jugar con muñecos y cajas de cartón, hasta ese final que cierra la tesis planteada en las anteriores películas (no vamos a desvelarlo porque es posible que muchos todavía no la hayan visto). ‘Toy Story 3’ no solo demuestra que la genialidad del estudio está más que asentada, sino que nos hace recuperar la esperanza en un arte que últimamente nos da muchas calabazas. Qué fácil parece el cine cuando está bien hecho. Por supuesto, no va a ganar el Oscar a la mejor película. Una injusticia cuando está comaprobado que los juguetes, en escenas como la del crematorio de basura, son mejores actores, más reales, que los que protagonizan la mayoría de nominadas. Pero anda que no molaría.

1. Up (2009)
Todos los puestos de esta lista son subjetivos. Seguramente nadie esté de acuerdo con la totalidad del ránking, y mucho menos que sea esta película la que lo encabeza. Tendrá sus fallos, y la trama de los perros y el pájaro del paraíso quizás peque de infantilona. Pero hay una secuencia en este filme que le ha hecho ganarse este honor. ¿Para qué explicártela cuando puedes verla?

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Publicado por
Claudio M. de Prado