Vestida de discreto color negro, asistida por dos coristas y una banda de cinco músicos, Adele tenía todo para salir victoriosa de su primera visita a la capital, y en nada defraudó. El público tenía ganas de escuchar en vivo canciones como la excelente ‘Turning Tables’ o el futuro hit ‘Set Fire To The Rain’, que sonaron en la primera mitad del concierto y fueron especialmente bien acogidas. Adele, que parece presentar más ’34 ‘ que ’21 ‘, como vocalista se merienda estos y otros temas sin esfuerzos, y se revela como una encantadora chica de su tiempo cuando, entre canción y canción, agradece al público (y a su madre, presente en la sala) su afecto con un acento bastante ininteligible, muy de la calle.
‘Rumour Has It’ no alcanza la contundencia negra de la versión de estudio, pero en general las canciones suenan tan bien como las originales. En este set organizado de menos a más, la primera parte del concierto acaba con la versión de The Cure ‘Lovesong’, ‘Chasing Pavements’ (cientos de móviles arriba grabando o llamando a amigos y ex) y una versión que anuncia sigue siendo especial para ella, ‘Make You Feel My Love’.
El bis, predecible, presenta en primer lugar el que quizá será el mayor éxito de su carrera en Reino Unido, la balada ‘Someone Like You’, cuya primera parte interpreta ella sola a la guitarra para dejar después todo el protagonismo al teclado en modo piano. Tras este momento cumbre, su mejor canción para terminar, ‘Rolling In The Deep’. Esta vez sí, no se pierde ni un ápice de su intensidad y de su fondo blues y la celebración se produce en todas las formas posibles. A nadie le cabe ya duda de que Adele está aquí para quedarse. Parece poco probable que su carrera pueda dar los tumbos de una Amy Winehouse o pueda perder una cantidad considerable de su público a lo Duffy. En las cuatro multinacionales tienen que estar trinando. 8.