‘Presidente’ está claramente dividido en dos mitades, la primera de las cuales sí encaja sin peros en esos parámetros de positivismo y alegría. El cortejo zalamero en pos de echar uno o más polvos de ‘Una llamada a la acción’, el rock nuevaolero de ‘El Boxeo’, la ya conocida conciencia ecológica vía glam de ‘Vacaciones en el mar‘ (que encaja mucho mejor en el conjunto que como single), las experiencias personales de desaprendizaje a ritmo de ragtime en ‘La lección’ o la charanga folclórica (en la que colabora su propio hijo) de ‘San Borondón’ (el sueño de desaparecer como la isla de la leyenda canaria) conforman un conjunto enormemente divertido y disfrutable, una irresistible sucesión de himnos que no tendrán problemas para colocarse en sus directos junto a canciones como ‘Esplendor en la hierba’, ‘El rito’ o ‘Los Ángeles’.
Pero a partir de ahí encontramos un viraje en el que se vislumbra una faz musicalmente más oscura, especialmente en ‘Babieca’, una transfiguración del autor en El Cid para acortar las distancias entre Valencia y Málaga (Murcia desaparece en aras del amor), y ‘María de las nieves’, un medio tiempo sobre un cadáver y una fiesta que no resulta tan trágico como bonito. Ambos coinciden en una intensidad creciente que culmina con una exquisita explosión de arreglos de cuerdas y vientos, y también en demostrar que Luque ha encontrado un filón en un personalísimo rock adulto. Muy despojado de la lírica críptica de sus inicios, aunque recuperando aquella vieja (y buena) costumbre de recurrir a dichos y refranes populares, el Luque de hoy se muestra como un autor más pragmático e incisivo, resignado a disfrutar con humor de la vida que le ha tocado.
En su recta final, ‘Presidente’ recupera el alto pulso rítmico inicial, pero ya no vuelve a sonar alegre ni con ‘Fotos no’, una crítica al innecesario exhibicionismo que puebla nuestras redes sociales a lomos de un psicodélico Farfisa, ni con la vibrante y ochentera (ecos de Ilegales y Golpes Bajos) ‘Una frase socorrida’, que posee otro estribillo memorable. Y tras la acústica ‘El cuchillo y el pastel’, bonita y amarga, llega ‘Un final feliz’ que es todo lo contrario a lo que cuenta su título, una mirada dura y ácida de su realidad envuelta en una engañosa capa de azucarados coros (a cargo de O Sister!) y cuerdas. Estamos ante otro (suma y sigue) álbum notable de uno de los más singulares autores de pop de nuestro país que, casualmente o no, coincide en el tiempo con Christina Rosenvinge, Nacho Vegas y, muy pronto, Fernando Alfaro. A nuestro pop le ha llegado el momento del placer adulto, como decía el anuncio.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Una llamada a la acción’, ‘Una frase socorrida’, ‘María de las nieves’, ‘La lección’
Te gustará si te gustan: Fernando Alfaro, Jonathan Richman, el último disco de Nacho Vegas.
Escúchalo: en Spotify.