Bella con una ‘Caperucita roja’

Después de dirigir la primera parte de la saga ‘Crepúsculo‘, Catherine Hardwicke sigue contribuyendo a ese subgénero del «thriller» (?) que disfraza a bellos y bellas adolescentes de hoy de emos de ayer, y cuyo verdadero misterio es por qué recurre a la música indie para disfrazar lo que de indie quiere tener poco.


Estaría bien poder decir que la música de Brian Reitzell, habitual de la Coppola, The Big Pink o Fever Ray es lo mejor de ‘Caperucita roja’, pero precisamente la escena del baile, que podría haber sido fundamental con elementos estéticos más siniestros, es una de las más repetitivas y peregrinas de un film que apenas sabe jugar con los claroscuros.

La doble lectura sexual de ‘Caperucita roja’ ya ha tenido sus antecedentes tanto en el cine (‘En compañía de lobos

‘) como en el mundo de la música, vía, por ejemplo, La Orquesta Mondragón. Esa relación con el mal (aquí un hombre lobo que asesina gente en un pueblo) que tiene una bella damisela, seguirá siendo un filón por los siglos de los siglos, y el primer encuentro entre Caperucita y el lobo aquí roza lo brillante.

Sin embargo, Hardwicke no sabe sacarle el partido suficiente, sin mostrar el terror de una comunidad que pacta con la adversidad como los habitantes de ‘El bosque’, divagando por triángulos amorosos sin interés y ofreciendo ridículas serranadas hacia la mitad de la película que bordan la autoparodia. Un estrambótico Gary Oldman, ejerciendo de Padre Solomon, está aquí para que nos riamos, ¿pero y el resto? 5.

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Publicado por
Sebas E. Alonso