El sábado comenzamos la jornada a las 18.30 con el concierto de Los Ginkas en el escenario FIB Club. El grupo actuó con un volumen altísimo que no dejaba respirar las voces de sus cantantes, que no sonaron con la claridad que hubiéramos deseado para recrearnos en las letras, que suponen la mitad del encanto de la banda. Aun así, temas como ‘Linda Manz’, ‘El gran salto’, ‘Derrama tu amor’ o por supuesto ‘Fiesta en la Luna’, casi todas introducidas simplemente con su título, sonaron enérgicas y potentes. No faltó la versión de ‘Rayas de plasma’.
Tras la media hora casi exacta de Los Ginkas, McEnroe abrían el Escenario Maravillas. Su líder supo reírse de haber estado tocando con el ampli apagado durante unos minutos, lo cual no fue impedimento para que su show fuera más que correcto. La cantidad de público que congregaron no era lógicamente equiparable a la que reunirían el resto de formaciones en el escenario grande, pero sí era bastante considerable para su propuesta, a medio camino entre el slowcore y la americana. Los asistentes celebraron especialmente la inclusión de canciones como ‘Tormentas’, ‘Los veranos’ y ‘Los valientes’ hacia la mitad del set.
También una buena cantidad de fibers acudieron a ver a Nadadora. Cada vez con más rodaje, el grupo suena ya como uno de los talentos consolidados del indie nacional y entretienen tanto cuando interpretan canciones de su último disco, ‘Luz, oscuridad, luz’, el mejor de su carrera con diferencia, como cuando recurren a alguna canción de su pasado, como ‘El bosque’, que encaja a la perfección en su repertorio actual. La cantante y guitarrista puntual, Sara, actuó con un vestido brillante, literalmente.
Después de McEnroe, el Escenario Maravillas continuó denso con la actuación de Tame Impala, uno de los grupos más hypeados por los medios durante el año pasado gracias a la edición de su debut, ‘Innerspeaker’. Canciones largas y algo espesas tocadas con muchísimo mimo por una banda de lo más solvente, de referencias psicodélicas y sesenteras, más seria y profesional que MGMT aunque por supuesto menos efectista y llamativa desde la lejanía, en un festival de estas características.
Los tiempos en que Astrud tocaban en el FIB burlándose de su coincidencia con Oasis están muy lejanos. Es una noticia excelente que les hayan sobrevivido y ahora pegados al Col.lectiu Brossa puedan ofrecer su nuevo repertorio adaptado, comenzando esta vez con ‘Por la ventana’ y continuando con otras pistas como ‘Miedo a la muerte estilo imperio’, ‘Cambio de idea’, ‘Minusvalía’ o la también habitual, pero no por ello menos emocionante, ‘Yo quiero verte danzar’ unida a ‘Hay un hombre en España’.
El Escenario FIB Club, siempre más vacío que los demás, tuvo una cantidad aceptable de público para acoger el directo de Spectrals, que sonaron con más referencias a Phil Spector imposible. Ahora que tanto se lleva reivindicar los años 50 incluso desde la radiofórmula, era una gozada atender al directo de esta banda de nerds, que con tanto encanto interpretaba temas tan monos como ‘Peppermint’, hacia la mitad, y ‘Seventh Date’, hacia el final. No sabemos si serán los nuevos Girls o permanecerán desconocidos, pero ojalá duren.
Fue bastante fascinante acudir al Escenario Maravillas y comprobar cómo han crecido Mumford & Sons en un año. Como bien recordaron ellos mismos, en 2010 estaban tocando en un escenario más pequeño. Su éxito en Reino Unido y Norteamérica les ha llevado a convertirse casi en un cabeza de cartel y a igualar la cantidad de público de Arctic Monkeys y Primal Scream. Ya desde el comienzo de su actuación con ‘Sigh No More’, el público coreaba las canciones del grupo, presentado en formato de falso cuarteto, sonando épico y espectacular. Bien es cierto que ver el concierto rodeados de fans pudo hacernos variar la percepción del mismo, pero hay que reconocer que los Mumford parecían en estado de gracia, y se dieron un baño de masas desde la primera hasta la última canción, con un repertorio en el que la gente no paró de celebrar y cantar cada tema. Llenas de efectismos y populismos (con bien de «ooooooohs» y «aaaaaaaahs» estratégicamente situados), sus composiciones lograron que saliéramos encantados de su set. Incluso aunque el cantante preguntase en un momento determinado quién era español de entre el público y un par de grupos nos abucheasen.
Aunque era raro ver a Logo tantas horas antes de las cinco de la mañana, que es cuando su actuación habría triunfado todavía más, su presentación en vivo se antojaba necesaria para antifans de Mumford & Sons. El dúo de electrónica francesa dio un buen set que además se vio animado por dos robots con zancos disfrazados de Daft Punk. ¿Fans o nuevo reclamo publicitario?
Bobby Gillespie salió nada menos que a las 2.30 a darlo todo desde el segundo cero, demostrando que a pesar de las apariencias, es un profesional enorme al frente de los infalibles Primal Scream. En ningún momento dejó de cantar y bailar y vibró con cada segundo de ‘Screamadelica’, a pesar de que nos había confesado por la tarde que no es este su disco favorito. Suponemos que parte de las últimas filas abandonó cuando tocaban canciones más delicadas y menos adecuadas para la madrugada como ‘Damaged’, pero las primeras fueron un delirio inolvidable en pistas como la inicial ‘Movin’ On Up’, ‘Don’t Fight It, Feel It’ (casi más el sonido de Benicàssim que la propia ‘Swastika Eyes’) y por supuesto la coreadísima ‘Come Together’. Bobby y la vocalista negra se alternaron a la perfección y también supieron dar un nuevo sentido a las tres canciones que cerraron el concierto como a modo de bis, y que no pertenecían a ‘Screamadelica’. No hubo ‘Swastika Eyes’ esta vez, pero sí un ‘Country Girl’, a la postre reconocida y celebrada como uno de sus mayores hits, y sobre todo un ‘Rocks’ apabullante. Nunca nos cansaremos de que vengan. Sebas, Farala.
Foto: Fiberfib.com