Hace unos días encontraba inmerso en una discusión por Twitter discutiendo la actuación de Amy en Belgrado. Cual abogado del diablo, reconocí que si yo tuviese que enfrentarme, casi diariamente, a un disco tan jodido como ‘Back To Black‘, probablemente hubiese tenido los mismos problemas de Amy. Las letras de las diez (u once, según la edición) canciones de este disco llevan su firma, y son en gran parte autobiográficas. Casi todas destilan rabia, dolor, dramatismo, pena y la historia de varios amores enfermizos, ya sea por las drogas, los hombres o ese mal llamado «vivir intensamente» que ha llevado a Amy a esta situación.
Ahora Amy se ha marchado. Y muchos, egoístamente, nos estamos lamentando por no haber estado presentes en su concierto del FIB de 2007, o por no haber comprado una entrada para el Rock In Rio madrileño cuando tuvimos oportunidad. Siempre pensamos que habrá más ocasiones, que con el éxito que estaba cosechando en nuestro país, volvería pronto. Craso error. Ya nunca podremos ver a esa cantante que, según llegaba al escenario, se desnudaba. Y, como bien se aprecia en los vídeos de Youtube, su inseguridad iba creciendo a medida que transcurrían sus canciones, recuerdos fugaces de momentos que marcan, que marcan tanto que pueden llevarte a la autodestrucción.
Junto a nosotros quedan varias copias de sus discos, copias que nunca sustituirán a la original, y que ahora nos vemos forzados a escuchar compulsivamente, mientras un torrente de agua se agolpa sobre nuestros lagrimales y nos vemos forzados a gritar a pleno pulmón «we only said goodbye with words, I died a hundred times. You go back to her, and I go back to black».
Tanta parafernalia podría resultar excesiva teniendo en cuenta que Amy Winehouse no es ni ha sido la intérprete más talentosa del panorama del jazz o del soul. Basta con echar la vista atrás y recordar el trabajo de Aretha Franklin, Diana Ross, France Ballard, Nina Simone, Ella Fitzgerald o Billie Holiday. Cualquiera de ellas podrían arrebatarle la corona a la Wino sin despeinarse. Pero sin lugar a dudas, Amy es quien supo actualizar el sonido del soul, y adaptarlo a las desestructuradas relaciones sentimentales del siglo XXI, escribiendo versos como «he left no time to regret, kept his dick wet», y resultando infinitamente más fresca y espontánea que todas esas copias posteriores que vendieron una absurda imagen de niñas buenas y que -por lo general- nunca pasarán a la historia con un disco como el ‘Back To Black’, perfecto de principio a fin.
Pero si hay algo que ahora nos entristece es ver que las supuestas recuperaciones de Amy no eran tal. Y que, por mucho que nos fastidie, nadie o casi nadie de su entorno hizo nada a tiempo para conseguir que Amy pudiese escapar del terrible infierno que son las adicciones. O quizá jamás se dejó ayudar (sus padres pidieron varias veces a la gente que dejara de alimentar el mito porque de lo contrario, su hija moriría). Por suerte, yo nunca recordaré a Amy por sus apariciones en la prensa sensacionalista, sus borracheras, sus idas y venidas, sus escarceos con las drogas o sus relaciones sentimentales. Cada vez que quiera recordarla, simplemente volveré a poner su disco cumbre, a disfrutarlo como el primer día y a escuchar a la propia Amy decirme que vivió su vida como supo y como pudo. Probablemente eso es mejor que las mil páginas que van, vamos a dedicarle los medios de comunicación de aquí a finales de semana. Adiós Amy, te echaremos de menos. Mucho.