Y es que la última película de Soderbergh es algo así como la versión empollona de esas disaster movies setenteras. La película está planteada como un thriller conspiranoico donde, como buena película de desastres, la catástrofe es la protagonista absoluta. Los personajes son simple monigotes que se mueven al ritmo de, en este caso, la desatada pandemia (incluso algunos no llegan ni al nivel de monigote, como el de Marion Cotillard, que tiene tanta importancia en la trama como Paz Vega en una película americana).
La diferencia es que aquí la catástrofe está explicada como si la hubiera dirigido Eduard Punset con un bisturí en la mano. Por momentos la película parece una disección didáctica sobre los peligros de una futura epidemia a gran escala. Un documental frío y expositivo sobre la expansión de un virus, los protocolos de actuación, los mecanismos de control social y la búsqueda de una vacuna.
Esa voluntad realista rebaja mucho el componente lúdico indispensable en este tipo de películas. Estamos más cerca de ‘Traffic’ (2000), de su estrategia e intenciones narrativas, que del catastrofismo anabolizado de Roland Emmerich. El virus de ‘Contagio’ no da miedo por sus golpes de efecto ni por sus imágenes apocalípticas sino por su gélido realismo, su lucidez analítica y por la capacidad de Soderbergh para convertir la imagen de un pasamanos o el sonido de una tos en un arma de destrucción masiva. 7.