Los Ángeles.
Como Michael Mann o David Lynch, y siempre con la mirada puesta en el retrovisor de la tradición del cine negro americano, Nicolas Winding Refn saca un enorme partido expresivo a la ciudad de California. Un Los Ángeles fascinante e hipnótico, en gran angular, de fragancia retro-pop, ochentera, que suena a las canciones de Kavinsky y College, y se vislumbra por medio de la luz de los neones y de las farolas de las autopistas, carreteras que atraviesan la ciudad como metáforas de las cicatrices emocionales de sus habitantes.
Los coches.
Mucho más que un medio de transporte: un modo de vida. Aunque la película carezca, por decisión propia, de coches-icono como el Ford Mustang de ‘Bullitt’ (1968) o el Dodge Challenger de ‘Punto Límite: Cero’ (1971) (homenajeado por Tarantino en ‘Death Proof’), los automóviles y todo lo que les rodea son el motor estético de la película. Los momentos más felices se dan dentro de un coche, los más trágicos en un garaje, los más emocionantes con coches persiguiéndose, los más sexys con grasa de automóvil como maquillaje… El coche como símbolo de una forma de vivir, la de Los Ángeles, y de sentir, la del conductor protagonista.
El conductor sin nombre.
Chaqueta plateada con un escorpión bordado, guantes de conducir y un palillo en la comisura de los labios (en otros tiempos hubiera sido un cigarrillo). Hacía tiempo, quizá desde el Joker de ‘El caballero oscuro’ (2008), que no veíamos en el cine un personaje con tanta fuerza y atractivo icónico como el interpretado por un Ryan Gosling a la altura de un Steve McQueen o un Alain Delon. Un héroe trágico y romántico, con ecos mevillianos (‘El silencio de un hombre’), que se define por sus acciones, no por su verbo.
El Conductor, primeramente, es un profesional de la conducción, y lo demuestra en dos de las mejores secuencias del filme: el deslumbrante prólogo, un prodigio de planificación y gestión de la tensión dramática, y en una persecución donde es más importante el sonido, de las ruedas o del motor, que las propias imágenes de los coches persiguiéndose. El Conductor, seguidamente, esconde una pulsión violenta que estalla con enorme brutalidad en escenas de gran crudeza inspiradas, como ha reconocido el propio director, en la feroz ‘Irreversible’ (2002). El Conductor, finalmente, es un romántico. Un héroe arquetípico, melancólico, capaz de poner en juego su vida y su código deontológico por amor (o la posibilidad de un amor).
Visto lo visto, ‘Only God Forgives’, el nuevo proyecto de Nicolas Winding Refn y Ryan Gosling juntos, un thriller ambientado en el mundo del juego, el boxeo y la prostitución en Bangkok, es desde ya una de mis películas más esperadas para el próximo año. 9.