‘Mujeres desesperadas’, al haberse decantado por el desarrollo telenovelero (suicidios, juicios, trasplantes, cánceres) y los giros inverosímiles de guión («hoy somos súper amigas», «hoy no nos contamos ni lo básico»), ha perdido prestigio y espectadores a lo largo de los últimos años, pero no cabe duda de que ha dejado un par de los personajes más carismáticos de la televisión reciente, así como muchos de sus mejores momentos.
Mientras Susan (Teri Hatcher) siempre representó la bobería y la torpeza de la peor comedia romántica norteamericana y Lynette (Felicity Huffman) fue degradándose en sus contradicciones hasta la pesadez; Gabrielle (Eva Longoria) casi siempre ha permanecido fiel a una superficialidad que no por mil veces vista deja de ser divertida de vez en cuando. Por su parte, Bree (Marcia Cross), esa mujer conservadora imposible de tragar por el público republicano, ha terminado reinando casi en solitario tanto gracias a sus momentos débiles, jilgueros y despendolados, como a los más fieros y puritanos, con tanta maña en la cocina como puntería en el tiro.
Los guionistas han ofrecido una temporada final algo floja y por momentos carente de norte que, orquestada en torno a un asesinato, podía haber tenido algo más del François Ozon de ‘8 mujeres’ y mucho menos de ‘Inés Duarte, secretaria’. El último episodio, doble, ha seguido una línea similar, pululando torpemente entre ‘La boda de mi mejor amiga’ y un culebrón más, con un considerable exceso de cursilería («alguien nace» / «alguien muere», etcétera) y un final que parece improvisado y sin sentido para algunos de los personajes (especialmente Susan).
Sin embargo, como siempre, se ha dejado ver gracias a ese componente de humor que ha cambiado el género de la telenovela para siempre (‘Dinastía’ y ‘Betty la Fea’ pueden ser antecedentes) y, de nuevo, a la solidez de un buen cásting para el que casi todo ha sido válido, enganchando y mucho. Pese a sus defectos, carismáticos en algunos de los casos (¿quién imaginaría la serie sin los aburridísimos discursitos de Mary Alice y sus cansinos «yes…»?), las echaré de menos.