Pero no es cuestión de quitar méritos a Murphy, porque a priori tampoco estaba claro que una historia que mezclase abducciones alienígenas, nazis, una institución psiquiátrica (bastante terrorífica ya de por sí) y posesiones demoníacas -entre otras muchas cosas- fuese a funcionar tan bien, manteniendo una audiencia similar a la anterior temporada, que ha visto cómo a pesar del esparcimiento de la trama la serie mejoraba de forma palpable. Ni siquiera el último capítulo, en el que con tanta historia suelta Murphy se ve obligado a hacer encaje de bolillos, y a idear un episodio que se mueve entre el resumen y la explicación, empaña el hecho de que ha sucedido algo poco probable en televisión: esta segunda parte ha sido incluso mejor que la primera.
Y no era fácil, porque Murphy jugaba con varios elementos en contra. El primero, la expectación. Y el segundo, esa idea de contar con actores de la primera temporada, que esta vez tienen roles y personajes totalmente diferentes. Aquí es, precisamente, donde está la gran sorpresa de la serie, que tiene en Jessica Lange su máxima expresión: a nadie le ha costado ni un minuto de su tiempo ver cómo la Lange pasaba de ser una vecina un tanto particular a convertirse en una monja capaz de infligir la peor de las torturas a algunos de sus pacientes, para luego convertirse en el personaje mártir con el que cualquiera es capaz de empatizar. El trabajo de dirección de actores en la serie es tan fino, tan sutil, que es capaz de venderte cualquier cosa, al tiempo que va soltando retazos de tramas que al final caen en el olvido, pero que te dejan intrigado al más puro estilo de ‘Lost’.
Es por eso que ahora esperamos casi con más ganas la ya anunciada tercera temporada de esta serie, de la que solo se han adelantado tres cosas: la primera, que en el décimo capítulo de ‘American Horror Story: Asylum’ hay algunas claves sobre la trama. La segunda, que incluirá un romance adolescente como el de la primera temporada anterior, que ha sido lo que Murphy ha echado más de menos esta vez. Y la tercera, que se rodará en algún sitio de Norteamérica donde «el horror haya sucedido de verdad». Hagan sus apuestas.