‘Los amantes pasajeros’, puro placer por el placer

Buscar significados profundos en obras que no los tienen es como dar vueltas sobre Toledo dentro de un avión averiado a la espera de que un milagro nos salve de la catástrofe. Ya lo dice Almodóvar cuando le preguntan por qué precisamente ahora esta historia. Que él no busca transcender con su película, que no hay detrás otra intención que la de hacernos reír como lo hacíamos en los 80 aún siendo consciente de que ni él ni nosotros ni nada en este país es lo que entonces era.

Pero ni por esas dejará el manchego de recibir otra vez encontradas críticas de todos aquellos que esta vez, es lo que toca, no le perdonarán haberse permitido el lujo de abandonar su vena más oscura, la misma que le acercó al puro terror en ‘La piel que habito’, para embarcarse en una hedonista fiesta coral con más moraleja que moral que ofrece justo lo que prometía: el regreso de Pedro a la comedia pura y dura. Un género que algunos aseguran que no trabajaba desde que hace 25 años firmó su película más redonda hasta la fecha, ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’; olvidando que después de aquella obra maestra llegaron, aunque en píldoras más dosificadas, magníficas secuencias humorísticas que ayudaban a respirar en dramas sobresalientes como ‘Todo sobre mi madre’ o ‘Volver’ y que salvaron del hundimiento a títulos como ‘La mala educación’ o ‘Kika’.

Precisamente a lo mejor de estas dos últimas, o por lo menos a aquello que siempre recordamos cuando queremos echarnos unas risas, es a lo que más recuerdan el tono y los personajes que se dejan llevar por el placer total en ‘Los amantes pasajeros’, película que en un primer visionado puede parecer poco más que una mariconada llena de alcohol, drogas y pollas pero que ya en un segundo pase, superada y asimilada la lógica expectación que provoca la llegada de nuevo material almodovariano, se descubre como un ejercicio cinematográfico que, aunque ligero, nada tiene de superficial ni improvisado. Basta ver cómo el número musical del ‘I’m So Excited’ de las Pointer Sisters nada tiene que ver con lo que vimos en aquel primer teaser de la película.

Y es que ‘Los amantes pasajeros’ crecen cuando se descubre que el cóctel que nos ofrece su tripulación a bordo, “dulzón con un puntito amargo” parafraseando al personaje de Cecilia Roth, está compuesto de planos repletos de detalles que completan el relato central. Lleno de palabras y expresiones soltadas a toda velocidad que adquieren un nuevo significado cuando se sabe lo que viene luego. De miradas que pasan desapercibidas en el encuadre y que cuentan, gracias sobre todo al buen oficio de Javier Cámara, Lola Dueñas y Carlos Areces, más que cualquier diálogo. Y por supuesto, de autorreferencias que, esta vez sí, recuperan casi toda la iconografía de ‘Mujeres…’ a modo de correlato.

Así, durante la película podemos reconocer todo tipo de constantes del universo almodovariano aparecidas en aquella película. Algunas son muy evidentes, como la obsesión por la voz que llega a través del teléfono dentro y fuera del avión, los novios cobardes que no se atreven a recoger maletas y que luego acaban tiradas a la basura, las amigas que amenazan con tirarse desde una gran altura, las vírgenes que relajan la cara cuando dejan de serlo, las porteras indiscretas que cuentan todo al primero que pasa o un Agua de Valencia dopada cuyos ingredientes enumera Javier Cámara con la misma cadencia que Carmen Maura hacía lo propio con los de su famoso gazpacho.

Otras referencias a ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’, sin embargo, hay que ser directamente un loco para encontrarlas. Ahí está esa paloma de madera que perfectamente podría tomar el lugar del pato que Iván regaló a Pepa, o la frase “La muchacha tiene razón”, que uno de los azafatos roba al personaje de María Barranco para soltársela a uno de sus compañeros en la cabina. De hecho, los autohomenajes son tantos que abarcan gran parte de su filmografía. Incluso Javier Cámara interpreta a la asistenta de Cecilia Roth poniendo en el teléfono la misma voz que la de su Paca en ‘La mala educación’. Vuélvete loca.

Esto no significa ni que Almodóvar se repita ni que esta constante reivindicación a su propio universo sea lo que falla en la película. La genialidad del artista no reside en la búsqueda de nuevos referentes, sino en saber reutilizar su particular iconografía para buscarle nuevos significados en distintas obras. No. Lo que hace que ‘Los amantes pasajeros’ no sea perfecta es su ritmo –le cuesta arrancar–, algún personaje que pedía algo más de desarrollo, unos títulos de crédito fallidos obra de Mariscal y un plano final cuya congelación del fotograma no se salva ni sonando el ‘The Look’ de Metronomy.

Pequeños fallos técnicos en un viaje que se hace demasiado corto y que sí, puede parecer una metáfora de nuestro país –el argumento se presta a esa interpretación–, pero que se disfruta mucho más si nos lo tomamos como lo que es: puro placer por el placer que invita a dejarnos de mentiras y dramas para alcanzar una felicidad desinhibida. 7,5.

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Publicado por
Claudio M. de Prado