Lo cierto es que a estas alturas tampoco vamos a descubrir nada nuevo si te decimos que al australiano le ha interesado más el continente que el contenido. Que la estética, apabullante y excesiva, vuelve a estar por encima de todo y de todos. Al fin y al cabo este es su sello, una constante en su filmografía que la mayoría de las veces le ha funcionado por estar totalmente justificada por el tono de la historia narrada (‘Moulin Rouge’ es el mejor ejemplo, digan lo que digan algunos críticos incapaces de aplaudir otra cosa que su propio ego), pero que en esta ocasión anula por completo cualquier logro, que los hay, a la hora de trasladar las palabras de F. Scott Fitzgerald a su particular universo.
Aciertos como ‘Young & Beautiful’ de Lana del Rey, única canción de la banda sonora que no chirría ni molesta; o como la labor interpretativa de un reparto que, a excepción de un Tobey Maguire que parece que pasaba por allí, hace lo imposible para dejarse ver entre tanto artificio. Hay que ser muy buen actor para entregar una actuación creíble en un largo de dos horas y media de duración en el que los planos de más de cinco segundos brillan por su ausencia, y las estrellas esta vez lo son.
Lástima que sus esfuerzos interpretativos no se vean respaldados por una profundidad dramática que te obligue a preocuparte por los conflictos que consumen a personajes como Daisy Buchanan o el mismísimo Jay Gatsby, digno y muy creíble en la piel de DiCaprio.
Que sí, que los personajes del libro están ahí pero de la misma manera que podrían estar otros, y eso, tratándose de una película cuyo título lleva el nombre del protagonista, es de todo menos bueno. ¿Pero a que es bonita la mansión? ¿No te parece lo máximo la fiesta? ¿Quién quiere alma cuando no falta detalle? 3