‘Dentro de la luz’ es un disco de nuevo muy trabajado en el que en ocasiones el grupo mantiene los mismos problemas. De la primera estrofa deslumbrante de ‘¿Puedo pedir?’ se pasa a una segunda mucho más abstracta. Hay serias dificultades para comprender ‘Vuela, extranjero’ o por qué la instrumentación para un tema que simplemente repite «Cuál es el precio de un beso que nunca te negaron / cuál es el precio de una paz donde siempre uno ha ganado» es tan desproporcionadamente brutal. A menudo la intensidad buscada en su música resulta obtusa y la escucha de doce cortes seguidos llenos de emociones con las que no siempre se empatiza vuelve a dejar tan exhausto como en otras ocasiones.
Sin embargo, la banda de Enric Montefusco ha vuelto a firmar una de esas escasas obras de producción tan meticulosa que ante su grabación, dirigida por su líder y asistida por supuesto por el teclista y aclamado productor Ricky Falkner, surgen miles de preguntas interesantes acerca de cómo han grabado una cosa u otra. El propio grupo indica que ha querido hacer un disco sin el lenguaje del rock pero con su energía, y es evidente que los logros desde que abandonaran los territorios del post-hardcore son tan apabullantes como los arreglos que irrumpen en ‘Que no acabe el día’, el corte de un minuto y medio con el que arranca el álbum. A lo largo de las canciones que van apareciendo después encontramos restos post-rock, encuentros entre delicadeza y furia (la percusión en concreto es espectacular en temas como ‘Nunca, nunca, nunca’), referencias a los Radiohead de ‘Paranoid Android’, una ligera al kraut que recuerda a los Portishead
de ‘The Rip’ en la mencionada ‘Vuela, extranjero’ o un tratamiento espectacular de las voces corales en varios temas (porque «la voz humana transmite lo que ningún instrumento consigue», titula la prensa generalista), que recuerda en sus momentos de grandiosidad a Muse y en sus momentos más delicados al ‘Medúlla’ de Björk. Un nuevo paso en firme, rico y depurado, tras el no-conceptual ‘Adelante, Bonaparte‘.Además, como si fueran conscientes de que su propuesta puede ser acusada de pretenciosa, son varias las canciones que tratan de resultar emotivas desde su pequeñez (nunca son sencillas). En ese sentido, el tracklist agradece un corte como ‘Me gusta tanto’, de objetivo claro: esta vez su letra se limita a la repetición de la frase «Me gusta tanto ir de tu mano», como culmen de un álbum que -dicen- habla sobre encontrar el amor y sobre conocerse a uno mismo a través de él, después de un viaje por la vida lleno de miedo (esto es claro en ‘Pequeño pájaro’, con ese «Agárrame fuerte, las sombras pasarán de largo»), influido lógicamente por el background cultural o familiar (también nítido en ‘Adiós, madre, cuídate’).
Puede que el mensaje de Standstill no esté siempre al alcance de todos, y que por tanto su nicho tenga un tope que no conocen otros grupos de rock, pero también ese punto de misterio ha sido el que les ha ido consolidando disco a disco fidelizando a un público que podrá degustar esta nueva obra ambiciosa y equiparable a una superproducción internacional, a la que ha contribuido precisamente el mismo público mediante crowdfunding. Me gusta pensar que ‘Un sitio nuevo’ es un amargo paseo en coche con tus hijos que arranca optimista hacia una excursión en el campo, pero que sólo puede esconder un final fatal: el del inevitable camino a la muerte, sea ese mismo día o dentro de 50 años. Estoy seguro de que las interpretaciones que cada uno pueda dar a esta y otras composiciones de ‘Dentro de la luz’ serán angulosas.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Pequeño pájaro’, ‘¿Puedo pedir?’, ‘Me gusta tanto’, ‘Nunca, nunca, nunca’
Te gustará si te gustan: Radiohead, Muse, ‘Medúlla’ de Björk
Escúchalo: Deezer