Con la obra maestra ‘Sometimes I Wish We Were An Eagle‘ ya siempre como referente, un disco crucial en su carrera (y en las vidas de quien quiere sumergirse en él), ‘Dream River‘ llega puntual a nuestra acostumbrada cita discográfica bianual, tras un periodo en el que, además de su exitosa gira de presentación del muy notable ‘Apocalypse‘ (plasmada en un documental de mismo título que se presentará en la próxima edición del festival In-Edit), ha publicado su primera novela y se ha enamorado de la jovencísima realizadora (autora del citado documental) Hanly Banks, con la que parece que se casará el año que viene.
Cómo no, ese estado de ensimismamiento físico y espiritual que proporciona el enamoramiento no solo está reflejado en estas nuevas canciones sino que parecen el motor de todo el álbum. El otrora mordaz, desafecto y gélido narrador, siempre a su inigualable manera, no teme esta vez mostrar ese dulce atolondramiento, expresado con nitidez y sin sonrojo en letras preciosas como la de ‘The Sing’ (aunque, una vez más, nos presenta al músico bebiendo solo en una barra, es palpable su trasfondo positivo), ‘Small Plane’, ‘Spring’ o ‘Javelin Unlanding’, incluyendo, en las dos últimas, preciosas líneas con unas nada veladas referencias sexuales. Pero ese estado de felicidad, sin embargo, no ha cambiado tanto al viejo Bill como pueda parecer. De nuevo le encontramos ofreciéndonos miradas a la condición humana, al ansia por liberarse del peso de la cotidianidad expresada en su recurrente fascinación por volar (personificándose en águilas, gaviotas, aviones, flechas o javalinas), su fijación por el mar y los accidentes meteorológicos (en ‘Summer Painter’ es la propia música la que dibuja la gestación de una tormenta).
Musicalmente, Callahan recurre a gran parte de sus colaboradores habituales, como Brian Beattie o el fantástico guitarrista Matt Kinsey, y sustituye las percusiones del genial Neal Morgan por el no menos reputado Thor Harris (Swans, Shearwater). Como en ‘Apocalypse’, Bill Callahan no abandona el marco de la tradición musical norteamericana (‘Winter Road’ es la muestra más obvia), si bien juguetea con estilos como el jazz (‘Spring’, ‘Ride My Arrow’), el soul (‘Seagull’) o el mariachi (‘The Sing’), que van y vienen de estas canciones con soltura, en una línea que recuerda levemente al desaparecido Terry Callier. En todo ‘Dream River’ subyace una calma pocas veces rota, conducida por precisos (también preciosos) pero discretos arreglos de teclados, flauta, fiddle o guitarra, delicados como nunca, contagiados por esa ternura que el autor no duda en mostrar. Esta nueva faceta de hombre felizmente enamorado, sin dudas ni titubeos, es una excusa perfecta para recomendar ‘Dream River’, no solo a los que ya estiman la carrera de este genio de nuestros días sino también a los que no habían tenido hasta el momento la paciencia necesaria para introducirse en otras de sus obras.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Small Plane’, ‘Ride My Arrow’, ‘Spring’, ‘Summer Painter’
Te gustará si te gusta: Will Oldham, Neil Young, Terry Callier
Escúchalo: ‘Small Plane‘