Conscientes del éxito, sus responsables (o al menos, casi todos sus responsables) han decidido llevarlo más allá. Tras su paso por Barcelona y México, pensaron en darle una nueva vuelta de tuerca, esta vez ya sin Nacho Cano al frente del espectáculo como su director, tras ser destituido en 2007, en un movimiento no exento de polémica. Así fue como el pasado 12 de septiembre, el teatro Arteria Coliseum, sito en plena Gran Vía madrileña, volvía a engalanarse para convertirse en el escenario principal de una producción que, según sus responsables, no pisará otras tablas puesto que es demasiado grande para el resto de los escenarios de la península.
El musical ha cambiado bastante, y es de recibo decir que lo ha hecho para bien, y que ha mejorado sutilmente si lo comparamos con versiones previas. La escenografía, como bien se apunta en la prensa, es impresionante: todo se mueve para todos lados, y se desliza con una facilidad asombrosa. De hecho, es tan prominente el espacio escénico (esos cambios entre la planta de arriba y de abajo de El 33, por ejemplo) que uno a veces se pregunta si semejante artificio no sirve para tapar, de cualquier manera, los errores garrafales del libreto.
Porque si bien el libreto también ha mejorado desde su primera versión (eliminando bromas como la de la rosa y la rusa, sin ir más lejos) y las canciones están mejor incrustadas, aún no han sido capaces de prescindir de momentos absurdos como el «¿Cómo os llamáis? Luna. ¿Luna y qué más? Luna y punto ¿¡Luna y punto!?» ni del desastre de ‘No es serio este cementerio’, ni siquiera del medley entre ‘Eungenio Salvador Dalí’ y ‘Laika’, esta vez mucho más espectacular pero igual de aberrante y de forzado en su introducción. Es, de hecho, un fallo que se repite constantemente durante toda la obra: canciones que en realidad no vienen a cuento y que se meten con calzador, alargando además el espectáculo hasta límites insospechados. Al más puro estilo de lo que pasa en las series españolas, vamos.
No ayuda tampoco la poca credibilidad de Daniel Diges al frente del papel principal. El chico canta bien, pero no termina de encajar en la piel de Mario. Mientras tanto, Andrea Guasch derrocha muchísimos encantos sin llegar a destacar especialmente, acompañada por un Adrián Lastra visiblemente cansado. Supliendo las carencias de los papeles protagonistas (o al menos con esa intención) nos encontramos ni más ni menos que a Ana Polvorosa y a Canco Rodríguez en su particular versión de ‘El Barajas y La Lore: Aída no se puede levantar’. Vale que es posible que sean dos nombres que atraigan al gran público, pero desde luego que su encasillamiento en sus respectivos papeles televisivos no ayuda ni un poco a equilibrar el elenco. Definitivamente, todavía nos queda mucho camino por recorrer hasta que seamos capaces de parir obras maestras como ‘Jersey Boys’, un auténtico y precioso musical dedicado a Frankie Valli and the Four Seasons que se estrenó en Broadway, precisamente, el mismo año que aquí se estrenaba ‘Hoy no me puedo levantar’.