Aunque circularon por internet quinielas en las que apostar qué personajes morían y cuáles no, el visionado del último capítulo deja claro que la suerte de cada personaje era lo de menos. Lo de más, la degustación de una de las series mejor pensadas y más comedidas que hemos visto en los últimos años. Ya cuando acababa la primera mitad de la quinta temporada situábamos a ‘Breaking Bad’ entre las mejores de la historia, y la única pregunta que nos quedaba es si los guionistas la pifiarían con un final tan polémico y tan predispuesto a la caricatura como el de ‘Lost‘ o el de la -por otro lado maravillosa- ‘A dos metros bajo tierra’, que contenía algo más que un punto kitsch y edulcorado en sus últimas escenas.
Lejos de decepcionarnos, la segunda parte de esta temporada de ‘Breaking Bad’ nos ha dejado algunos de los mejores episodios de su trayectoria, en concreto el llamado ‘Ozymandias’ (el del encuentro con Hank en el desierto y la posterior pelea entre el matrimonio White), de tensión equiparable al del ya mítico robo del tren. Y este último de no tan necesaria duración extra, sólo puede decepcionar a aquellos seguidores que hayan puesto el listón demasiado arriba -personalmente no necesito enterarme con más detalle de cómo acaba cada personaje, nunca ha sido la idea de los guionistas masticar demasiado las cosas-, porque ha sido un buen resumen en 60 minutos de todos los aciertos de la serie. Hemos disfrutado del regreso a la acción del «Heisenberg» más retorcido, hemos escuchado lo que llevábamos cinco temporadas esperando («I did it for me. I liked it. I was good at it. And I was really… I was alive»), hemos visto escenas de una extraordinaria belleza sin música lacrimógena ni ñoñerías (la última aparición de Flynn) y hemos comprobado que el verdadero amor del protagonista enfermo de cáncer terminal que decidía meterse a traficante era por supuesto su metanfetamina azul, mientras sonaba una canción de amor llamada ‘Baby Blue
‘ de los malogrados Badfinger, que nada casualmente comienza con la línea «Supongo que tengo lo que me merezco».Y es que uno de los aciertos de ‘Breaking Bad’ ha sido el de cuidar al máximo los detalles. En Buzzfeed se acumulan los gif’s y las fotos (1 y 2) que demuestran auténticas curiosidades y conexiones entre personajes a lo largo de toda la serie. Todo ello para aumentar la mitomanía de quienes hemos pasado estos años pensando en cosas tan poco probables como la ricina o el ácido fluorhídrico.
Por todo ello, el final de ‘Breaking Bad’ deja un vacío en el espectador difícil de llenar. No exenta de humor negro que aparecía cuando menos te lo esperabas, ha logrado un equilibrio perfecto entre drama y acción, dejando una incomodísima reflexión sobre la calidad del ser humano, el límite de las ambiciones y la forma de llevarlas a cabo, la justicia poética, la obsesión por el poder o qué es el verdadero amor por la familia. El destino deseado para sus personajes, llenos de matices, especialmente el de Walter White, no ha podido oscilar en más ocasiones entre el más absoluto de los males y el bien presumible para un protagonista con el que siempre se empatiza. Habría que inventar una nueva palabra para designar a este inolvidable… ¿villano? 9,5.