Hay tanta verdad en el trabajo como director de Alfonso Cuarón, tanta maestría en la manera que tiene de mover la cámara consiguiendo secuencias que te llevan del punto de vista general al punto de vista subjetivo en un mismo plano, que el argumento queda por obligación, y por suerte, en un segundo plano. De hecho ‘Gravity’ es una de esas películas que contadas se queda en poco más que una cinta clásica de aventuras en la que la heroína debe resolver obstáculos como quedarse sin oxígeno, el enganche de un paracaídas o el incendio de una nave.
Por eso es el aspecto visual y sonoro, y no el guión, lo que convierte a este título en una obra de arte que, como tal, no se puede explicar con palabras. Debe ser cada uno el que tiene que sacar sus propias conclusiones basándose en las emociones que le provoque enfrentarse a ella en la pantalla más grande posible.
Unos sentimientos que nunca pasan por cuestionar a Sandra Bullock, que consigue en manos del director mexicano algo tan inimaginable hace años como aguantar ella sola el peso de toda la película sin que el espectador la odie. La preferimos con el casco de astronauta puesto, es cierto, pero hay que reconocer que no todas las estrellas son capaces de transmitir de manera creíble esa sensación de angustia tan particular que llega cuando el “voy a morir hoy y lo sé” deja de ser una probabilidad para convertirse en certeza.
Ojo que no digo que este sea el final del personaje de Bullock. Tampoco digo que no lo sea. En realidad ni siquiera importa cómo acaba todo ya que lo realmente interesante es el durante. Por eso sería de estúpidos ver algo así descargado en el ordenador de casa. Que te quede claro que nunca habrás estado tan cerca del espacio como ahora. Tanto que está por ver si después de ver ‘Gravity’ habrá alguien que diga que de mayor le gustaría ser astronauta. 8,8