‘Philomena’ es algo así como, salvando las distancias (ésta es mejor), el ‘Criadas y señoras’ de este año (o el ‘Paseando a Miss Daisy’). Por un lado, la película tiene menos capacidad de sorpresa que un regalo del día del padre. Pero por otro, la misma eficacia dramática que, por lo menos, seis de sus compañeras de nominación. Los ingredientes que maneja el director los conoce todo espectador que haya visto más de dos películas en su vida: una historia “profundamente humana” basada en hechos reales, unos actores de probada solvencia, un guión con las dosis justas de comedia y drama, un discurso medido para remover pero sin ofender y una puesta en escena funcional, siempre al servicio de la historia.
La receta es más vieja que unas lentejas con chorizo, sí, pero hay que saber cocinarla. Y Stephen Frears sabe. El director mide los tiempos con más precisión que un controlador aéreo. Cuando el drama parece inflarse y explotar en DRAMÓN, lo deshincha con algún gag verbal o una situación cómica. Cuando la diversión se vuelve ligera, la endurece por medio de un flashback melodramático. Y cuando la denuncia escuece (las prácticas poco éticas de la Iglesia Católica, la política reaganiana sobre el SIDA), esparce gotas de mercromina con ternura maternal.
Y luego está Judi Dench, claro. El Oscar se lo va a llevar Cate Blanchett, seguro, pero la octogenaria actriz está fabulosa. Divertida y conmovedora. Si Almodóvar es un gran “director de actrices”, Stephen Frears es una gran “director de señoras”: Glenn Close en las ‘Amistades peligrosas’ (1988), Helen Mirren en ‘La reina’ (2006) y la Dench en ‘Mrs. Henderson presenta’ (2005) y, ahora, ‘Philomena’. 7.