‘Los canallas’ (que en francés suena más fuerte: “les salauds”, los bastardos, los cabrones, los hijos de puta) es un thriller de escritura borrosa, atmósfera turbia y contenido enigmático. Un suicidio, una mujer desnuda sangrando por la vagina y una llamada de teléfono. A partir de estos tres resortes argumentales, de estas tres potentes secuencias dispuestas a modo de prólogo, se articula un relato con elementos de cine negro clásico (incluso pulp) y formas del más exigente cine de autor.
La directora utiliza la elipsis, el fuera de campo y la atmosférica y perturbadora música de Tindersticks (en su enésima colaboración con Denis) para narrar, de forma esquiva y en penumbra, una historia de violencia, venganza y poder; para asomarse al abismo, sórdido y tenebroso, de los juegos de dominación, ya sean sexuales o psicológicos.
‘Los canallas’ fascina por lo que sugiere, por lo que deja entrever: un submundo misterioso y corrupto (aterrador Michel Subor) que habita en el subtexto del relato. Conmueve por lo que predecimos, lo que prevemos: la imposibilidad de un amor (magnéticos Vincent Lindon y Chiara Mastroianni). Decepciona por lo que vemos: una resolución que contradice estilísticamente todo lo anterior. Y conmociona por lo inquietante y sombrío de su discurso: la sumisión “voluntaria” de las víctimas al abuso de poder de los canallas. 8.