A pesar de que hay algo de impostado jugueteo en su gusto por la complejidad estructural y el cripticismo argumental, sobre todo en un final algo efectista y demasiado orientado a generar debates semánticos, ‘Enemy’ es una de las ficciones sobre el tema del doble -doppelgänger- más atractivas que se han realizado hasta la fecha. Una película cargada de sugestivas lecturas, de turbias dobleces sobre las represiones, proyecciones y recovecos del subconsciente.
Villeneuve sitúa la historia en un Toronto color beis, onírico y cronenbergiano, como de distopía futurista, y la envuelve en un ambiente misterioso y subyugante. Poco a poco va desplegando las piezas del puzzle: un apocado profesor de historia de vida rutinaria (fantástico Jake Gyllenhaal) encuentra a un hombre idéntico a él (también Gyllenhaal), un actor de tercera, enérgico y seguro de sí mismo. El primero tiene como pareja a una atractiva rubia, independiente y sexualmente activa. El ¿segundo? está casado con una atractiva rubia, embarazada y celosa.
Con un ojo puesto en ‘El doble’ de Dostoyevski y otro en los ambientes enrarecidos del cine de David Lynch (hasta aparece Isabella Rossellini), Villeneuve realiza una absorbente fábula sobre la identidad masculina (esas mujeres-araña), un perturbador thriller psicosexual (el prólogo no engaña) de inquietante atmósfera y compleja estructura dramática (mejor verla dos veces). Como advierte la cita con la que empieza la película: una invitación a descubrir el orden del caos. 8,9.