Comenzamos la jornada poco después del mediodía en Cuervo Store con el concierto de Dúo Divergente. Ignoraba que el costumbrismo de gente como L Kan con una base musical por momentos más yeyé, por momentos más ramoniana, siguiera de moda diez años después del auge del electroclash, pero está claro que estas cosas siempre tendrán su público y era fácil ver al respetable (llenazo absoluto, por cierto) con una sonrisa de oreja a oreja mientras sonaban temas como ‘Becaria legendaria’ (hubo una una vez), ‘Los domingos no hago rock’ y sobre todo ‘Chico Jot Down’. Su líder, de polémica voz, la preciosa Paula Yei-Yei, explicó que el tema iba de buen rollo, aunque en un concierto reciente, dos chicos se marcharon cuando interpretaron esta composición. Y su desparpajo se confirmó cuando poco después recuperaban una versión de Pili y Mili, ‘Chico moderno’.
Mucho más inaudibles fueron las (escasas) letras de los siguientes en tocar, Celica xx, que presentaban las canciones de su álbum ‘Niños luchando‘. Pero toda la densidad buscada formaba parte por supuesto de su propuesta shoegaze. Temas largos, larguísimos, que sortean la sensación de monotonía con algunos juegos de voces, percusiones en pie y algunos guiños al kraut o al blues. Gracias a temas como ‘Veneno por Navidad’, pocas veces se ha visto recreado un ambiente tan mortuorio a las dos de la tarde, sin las trampas aportadas por juegos de luces, claroscuros y cañones de humo.
Pese a que a las 17.30 en el Fotomatón aún no había lleno, El Palacio de Linares fueron acumulando más y más público a medida que avanzaba su actuación. Al final no cupo todo el mundo. El cambio en la voz principal de chico (Ángel Román abandonaba el grupo el año pasado) por chica (Clara de Autonautas y La Ruleta China), ha convertido al grupo en un proyecto totalmente nuevo, ni mejor ni peor: diferente. Los juegos de voces ahora son chica/chica y se mantienen algunas letras en masculino, dejando un aroma un tanto bóller como sucedía en Mecano y alguna vez en La Buena Vida, y también alguna armonía próxima a Ella baila sola. Pero como nos indicaba el batería y compositor Gonzalo en una entrevista hace unos días, sí hay algo que mantiene viva la esencia de la banda: el humor en las letras y la frescura de sus melodías, fieles al indie nacional pero también al pop comercial de la edad de oro de nuestra historia musical. No decepcionaron las interpretaciones en vivo de ‘Hoochie coo’ o ‘Himalaya’, aunque sí las ausencias de ‘Franco belga’, ‘Ana la plañidera’, ‘El periódico al revés’ o ‘Luisimón’, sobre todo teniendo en cuenta que los responsables de Elefant estaban entre el público. Cerraron con su versión de ‘It’s My Party’, ‘Es mi fiesta’, grabada para el disco navideño de Chin Chin.
Jygüer actuaron a continuación, ya con su batería habitual, y con la rareza de introducir una flauta travesera en una de sus canciones. Esta vez el grupo hizo menos alarde de su sentido del humor tras el concierto íntimo ofrecido para prensa y amigos hace unas semanas en los locales de ensayo y, aunque no faltaron pistas como ‘Me pica el niqui’, Jygüer parecían concentrados estrictamente en llevar la psicodelia sesentera de sus canciones al directo.
Aunque no soy precisamente el fan número 1 del punk setentero de Juventud Juché, que tiene entre sus referentes formaciones como PiL o Gang of Four, su concierto en Fotomatón demostró que el grupo se merece todo lo bueno que le pase. De nuevo tiene mérito que te toque actuar a media tarde, cuando el cuerpo lo que te pide es una buena siesta (o simplemente un té, un vino, un gin tonic en una terraza), y subirte al escenario con la energía con la que lo hicieron los autores de ‘Quemadero
‘. El torbellino que provoca su atractivo líder Javier Molina, desgañitado, a capella o gestualizando a cada verso demostrando que siente cada línea de sus textos, es difícil de olvidar. Un carisma inusitado en el indie nacional, en conexión con Leo Mateos, Eduardo Benavente o incluso Ian Curtis. Especialmente ‘Defensa’, mucho mejor en directo que en estudio, logró quedarse el resto del día en nuestras cabezas.Otros artistas con una presencia escénica inhabitual en el mundo independiente son Infinitum, en mi opinión la gran sorpresa de esta convocatoria Make Noise, en este caso desde una Sala Charada por la que también pasaría después el colectivo Agorazein. El gran mérito de Infinitum es un CD ya editado que venden por 6 euros llamado ‘Vida en tránsito‘ (imperfecto y algo amateur pero de enormes ideas), del que interpretaron temas como ‘En flor’, pero el directo ha sido una reválida para unos Javier y Jha que comparten ideas de vestuario -dejando una sensación de «molo» que parece totalmente natural, nada impostada- y alternan protagonismo mientras su set combina momentos más eléctricos y otros más intimistas y próximos a Burial. Mención especial para el acertado uso del autotune casi feminizando una de sus voces acercándola al Kanye West más atrevido. Mirarlos y pensar «de dónde coño han salido estos dos» (para bien) es todo uno: no parecen españoles, ni hip-hoperos que se creen más anti-sistema cuantos más tacos meten en sus canciones, ni mucho menos modernos de palo. Definitivamente tienen algo y el numeroso público que les aplaudía y grababa con sus cámaras durante el último tema lo sabe.
En Maravillas, Betacam volvía a presentarse en solitario entre toda su cacharrería electrónica, incluyendo un portátil con el que -bromeó- estaba leyendo mails mientras tocaba. Un buen setlist -de nuevo- en el que volvieron a brillar canciones como ‘El viaje del héroe’ y en el que el uso del synth-pop romántico de corte retro se encuentra con estilos más inesperados en momentos puntuales (del dream pop al R&B), como sucede en la discografía de Sean Nicholas Savage.
Uno de los conciertos más esperados de Make Noise Malasaña era el de John Gray, que ha despertado cierto interés en el pueblo a partir sobre todo de su canción ‘Mad On Her’. Tras un tema instrumental, el toledano se subió al escenario dejando a un lado los nervios con los que había parecido observar el montaje del set minutos antes. Respaldado por un par de músicos, su show electrónico con préstamos muy puntuales de gente como Lana del Rey y alguna idea en la línea de The Knife o Purity Ring, no pudo sonar más posmoderno. Tras la espléndida ‘Mad on Her’, que se hizo corta y logró grandes aplausos del público, se interpretó otro tema desconocido de enorme potencial, aún más bailable. Y después, la gran frase: «como soy de los 90, como nací en los 90…», que precedió a una versión de Backstreet Boys, graciosilla aunque algo más innecesaria.
La noche terminaba en Wurlitzer con Los Nastys y Los Wallas, entre otros, provocando una larguísima cola relacionada con la política estricta de aforos del ayuntamiento de la ciudad (dentro se estaba muy cómodo viendo cada show). La propuesta que más curiosidad despertaba era la de Deers, ya que era nada menos que el primer concierto oficial de las chicas, que han llegado a aparecer en el NME. El público estuvo muy encima de ellas, vitoreándolas al grito de «¡¡ciervas, ciervas!!», mientras orquestaban un repertorio con tiempo para el surf, algún pogo, punteos indies y baladas en la estela de Warpaint y Au Revoir Simone.
Fotos: Alfredo Arias, Sergio Albert.