Pero la verdadera diana de Eno en su carta es EE UU. Eno no entiende por qué un país que basa su identidad en los valores de libertad y democracia continúa apoyando el «ejercicio unilateral de limpieza étnica» presente actualmente en Israel. «Odio pensar que es solo la AIPAC, pues si ese fuera el caso, entonces está claro que tu gobierno es fundamentalmente corrupto. No, no creo que esa sea la razón, pero no tengo ni idea de cuál puede ser». Eno continúa: «La América que conozco es compasiva, abierta de miras, creativa, ecléctica, tolerante y generosa. Vosotros, mis amigos americanos más cercanos, simbolizáis todo eso para mí, ¿pero qué América está apoyando esta horrible y unilateral guerra colonial?».
Eno también opina sobre el Proceso de Paz palestino-israelí. «Israel quiere el proceso pero no la paz. Mientras «el proceso» sigue adelante los colonizadores continúan apropiándose de tierra y levantando sus asentamientos… y luego cuando los palestinos explotan con sus patéticos fuegos artificiales son abatidos y destrozados con lo último en misiles de primera categoría y proyectiles de uranio empobrecido porque Israel tiene «todo el derecho a defenderse» (mientras Palestina está claro que no). Eno apunta además que muchas de los milicias de colonos ni siquiera son israelíes sino «judíos de Rusia y Ucrania y Moravia y Sudáfrica y Brooklyn» que representan el racismo más anticuado, el que considera «bichos» a los árabes y que vinieron a Israel «con la idea de que poseen un derecho inviolable (¡dado por Dios!) a la tierra [palestina]». «Esta es la cultura que nuestros impuestos apoyan», expresa Eno. «Es como enviar dinero al Ku Klux Klan».
Eno termina su carta con una reflexión sobre lo que representa EE UU en el mundo. «América», dice, «representa ‘occidente'», de modo que el mundo percibe que occidente defiende la guerra pese a su arbitrario discurso sobre moral y democracia. Temo que todos los logros civilizacionales de la Ilustración y la Cultura Occidental están siendo desacreditados por culpa de esta flagrante hipocresía para alegría de los chiflados Mulás». Eno concluye: «no existe justificación moral para la guerra que yo conozca pero es que tampoco existe valor pragmático. No tiene un sentido Kissingeriano tipo ‘política de la realidad», simplemente nos hace quedar mal«.