Spoon / They Want My Soul

En la pasada década, Spoon publicaron cinco álbumes bajo una estricta premisa bianual de grabación-publicación-gira y vuelta a empezar, con resultados soberanos. Desde que abandonaran su breve aventura en la major Elektra, la banda de Austin comandada por Britt Daniel y Jim Eno entregó discos fabulosos como ‘Girls Can Tell’, ‘Kill The Moonlight’ y ‘Transference’ y obras maestras como ‘Gimme Fiction’ y ‘Ga Ga Ga Ga Ga‘ que han ido mostrando el crecimiento de una de las propuestas más distintivas y personales del rock contemporáneo, equiparable a las de Wilco, The National, Modest Mouse, Yo La Tengo y pocos artistas más de esa talla. Por primera vez desde entonces, la banda se ha tomado un tiempo prudencial para volver a sacar un disco tras ‘Transference‘, otro muy buen disco que, sin embargo, mostraba algunos signos de fatiga y cierta mecanización de la excelencia (¡toma concepto!), un peligroso síndrome del piloto automático que ya había afectado antes a los mentados Wilco o Radiohead.

They Want My Soul‘ viene después de un lapso de cuatro años, tiempo en el que Daniel se divirtió con la banda paralela Divine Fits, mientras que Eno se concentraba en su faceta como productor (con trabajos para Poliça, !!!, Tennis, y un largo etcétera), con una buena reputación gracias, en gran medida, precisamente a los trabajos para su propia banda, y Rob Pope, el bajista de los últimos años, volvía a sacar un álbum con su banda de siempre, The Get Up Kids. Y el descanso ha propiciado cambios importantes: el enrole de Alex Fischel, un nuevo miembro que suma matices a la banda y al que Daniel conoce como teclista de los citados Divine Fits; y, tras abandonar el sello indie Merge Records, una nueva intentona de triunfar a un nivel aún mayor (‘Transference’ ya tuvo unas ventas muy significativas, alcanzando el número 4 de Billboard) de la mano de un gigante como Warner, a través del sello Loma Vista.

Pero al final lo importante son los resultados, y su octavo álbum de estudio muestra que el reposo y estos cambios han servido claramente de acicate para los tejanos, porque estamos, sin duda, ante un nuevo sobresaliente. No hay ninguna revolución sonora, ni un cambio de rumbo rotundo, porque no lo necesitan. No solo perpetúan ese sonido de rock minimalista pero lleno de inspiración soul y rhythm & blues, sino que lo mejoran. Eno cedió su papel de productor, en sendas sesiones de grabación, a Joe Chiccarelli (el de Morrissey, The Killers, The Strokes… y Russian Red) y el archiconocido Dave Fridmann, que también ejerció de ingeniero de sonido, ganando en ambientación sintética y con un punto 80s, en el caso del primero, y ese punto de contundencia e imprevisibilidad que ofrece el segundo. Lo cierto es que parece que esos puntos de vista externos han aportado frescura y un nuevo vigor al conjunto.

Y eso que no lo parece tanto al inicio del disco. ‘Rent I Pay‘, primer avance, y ‘Rainy Taxi’ dan la voz de salida con eficacia y formas muy similares a las que Spoon venían gastando en esos últimos cinco álbumes, como si de entrada quisieran hacer un guiño a sus seguidores más veteranos. Entre ambas, ‘Inside Out’ supone un primer paso cambiado, con una caja de ritmos y un colchón de sintes como un medio tiempo precioso sobre la atracción por alguien en la que un sonido de arpa espacial (o algo así) se erige en protagonista final. Pero es a partir del single ‘Do You‘, un tema irresistible, repleto de ganchos melódicos y profundidad de campo sonoro, a la altura de colarse en un Top 5 de temas favoritos de la banda, cuando todo se vuelve pura crema en ‘They Want My Soul’. Ahí es cuando comienza un fantástico ejercicio de confluencia entre esa arquitectura sonora de mínimos (en la que las «texturas» del sonido, la dicción, los silencios, el plano de los instrumentos o el estéreo se convierten en herramientas de creación) y su faceta más abiertamente pop.

La exuberancia dramática de ‘Knock Knock Knock’, con un comedido y fascinante uso de silbidos, cuerdas y órgano, y un sonido de guitarra que ni la propia banda recuerda cómo repetir; el funk épico, con ciertos rasgos de los mejores Stone Roses, de ‘Outlier’; el invencible binomio de acordes y melodía vocal que abre el impresionante corte que da nombre al álbum (una especie de relación de gente irritante para Daniels, de «hipócritas religiosos, manipuladores, o educados cantantes folk»); el vibrante blues, a lomos de un piano descoyuntado, de ‘I Just Don’t Understand’; el boogie de autoafirmación y cierto trasfondo sexual («vas a llevarte otro pedazo de mí cuando te vayas; vamos, coge otro pedazo de mí, sí, y vete») de ‘Let Me Be Mine’; y, para acabar, el gran pop, sin más, de ‘New York Kiss’ (ya estoy imaginando la escena de la próxima temporada de ‘Girls’ en la que podría sonar); esa inapelable secuencia, conforma una sucesión a la altura de los mejores momentos de su discografía (lo cual es mucho decir), rock moderno y atemporal a la vez, apasionante y denso, fresco y vivo. ‘They Want To Take My Soul’ son palabras mayores, porque solo Spoon marcan su propia barrera, y esa sigue siendo inalcanzable para una gran mayoría de grupos.

Clasificación: 8,5/10
Lo mejor: ‘Do You’, ‘Knock Knock Knock’, ‘They Want My Soul’, ‘I Just Don’t Understand’
Te gustará si te gustan: Wilco, The National, TV On The Radio.

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Publicado por
Raúl Guillén