Tras la decepcionante presentación en vivo (nadie habló de ella debido al posterior terremoto informativo), tenemos una noticia buena y otra mala. La mala es que no podemos decir con la boca muy grande que el single de presentación de ‘Songs of Innocence’ hubiera tenido que ser otro. Por más que escuches el álbum no encontrarás en él un tema a la altura de ‘Pride’, ‘Sunday Bloody Sunday’, ‘I Will Follow’, todos los singles de ‘The Joshua Tree’, ‘The Fly’, ‘One’, ‘New Year’s Day’, ‘Numb’, ‘Discotheque’, etcétera. Pensando en su estrategia de márketing, es inevitable pensar que el nuevo álbum de U2 se ha lanzado en conjunto porque corría el peligro de pasar más desapercibido todavía que ‘No Line on the Horizon’ (2009) -el mayor fracaso comercial de su carrera- en caso de venir presentado por un par de sencillos que podían correr la misma mala suerte del mencionado ‘Invisible’ o el tema para la banda sonora de ‘Mandela’, ‘Ordinary Love’, ambos editados entre finales de 2013 y principios de 2014.
La buena es que el disco no se hunde a medida que avanza su tracklist, tras dejar ese single sonar como pista 1. No hay naufragio como sucedía con el final del anterior largo, que iba dejando paso a una inusitada languidez: ahora alguna idea sirve de salvavidas cada vez que se te cae el alma a los pies. La coda casi a capella de ‘The Miracle (Of Joey Ramone)’, por ejemplo, no puede sonar más forzada. Y ese es el defecto principal de muchas de las canciones del álbum, quizá consecuencia directa de haber mareado un álbum tan poco ambicioso durante 5 largos años. Las melodías y los ganchos parecen poco naturales, como sucede en ‘California (There Is No End To Love)’, una canción que en sus primeros 10 segundos parece obra de RedOne (productor de Lady Gaga que U2 barajaron, finalmente descartado de este disco) para después ser un descafeinado homenaje a Beach Boys… que termina introduciendo un estribillo que en realidad parece un «filler» de los Killers, sensación que vuelve a inundar al oyente en otros cortes de ‘Songs of Innocence’, como ‘Cedarwood Road’, titulado como el lugar de Dublín donde Bono pasó su infancia (y él está insistiendo, quizá demasiado, en que este es un disco muy personal).
¿Cuáles son, pues, esos salvavidas para unos U2 que parecen totalmente desconectados de la actualidad musical? Hay una serie de canciones que quizá pueden pecar de autocomplacientes y autorreferenciales pero que, no obstante, logran terminar volando por su cuenta. Sucede especialmente con la vibrante ‘Iris (Hold Me Close)’, uno de los temas asistidos por Paul Epworth (Adele) y el constructor de hits Ryan Tedder (Adele, Beyoncé). La agitación de las guitarras da ganas de escuchar ‘Where The Streets Have No Name’, pero este nuevo tema fluye con total naturalidad, y apuesto a que los seguidores de U2 se convertirán en agua cada vez que Bono pronuncie el precioso nombre de su madre, fallecida cuando era un adolescente. Suena quizá no a hit de regreso tamaño ‘Viva la vida’ pero sí a pequeño himno para todo aquel que alguna vez haya sentido algo escuchando la voz de Bono, y ardo en deseos, además, de comprobar en la edición vinilo y en un buen equipo hasta dónde llega el tratamiendo de esos coros, quizá inspirados en ‘Midnight’ de Coldplay o en Bon Iver (Chris Martin está en los eternos agradecimientos). De manera similar y con más o menos buenos resultados, el bajo del principio de ‘Every Breaking Wave’ recuerda demasiado a ‘With Or Without You’… pero se salva por la bonita letra sobre los varapalos de la vida, ‘Song for Someone’ recuerda a ‘Angel of Harlem’… pero al menos es corta, ‘Sleep Like a Baby Tonight’ recuerda a ‘If You Wear That Velvet Dress’ (¡’Pop’ no estaba mal!), y bueno, ‘Volcano’ no produce ganas de ponerse ‘Vertigo’ o ‘Get On Your Boots’ porque nada en este mundo podría producir ganas de ponerse ‘Vertigo’ o ‘Get On Your Boots’; pero, ojo, si Coldplay lograron convertir en un hit el espantoso estribillo de ‘Paradise’ a base de tocarla en la tele por Navidad, ¿qué no lograrán hacer U2 con ‘Volcano’ si continúa su buena campaña de márketing?
Hablando de márketing no es raro que, en los créditos, el primer nombre que veamos después del de los cuatro miembros de U2 sea el de su mánager, el recién contratado Guy Oseary, muy famoso por haber convertido a Madonna en la persona dedicada al mundo del arte, incluyendo productores y actores, que más pasta generó en 2012 mientras casi toda la red recibía con recelo ‘MDNA’. Y esta jugada va más allá de una gira mundial: el álbum tendrá mejor o peor prensa, pero ya se dice que Apple ha pagado 100 millones de dólares a U2 y Universal por esta exclusiva de un disco que ni por asomo iba a generar esos ingresos (el anterior vendió 3 millones de copias en todo el mundo, multipliquen). Así, Apple ha conseguido visibilidad para sus servicios de streaming cuando Spotify ha comido terreno al (hasta ahora) monstruoso éxito del iTunes Music Store de Estados Unidos y U2 vuelven a ser noticia. Quizá después del bombazo informativo, puedan subir un par de eurillos las entradas de sus conciertos. Un «win-win» en toda regla que ríete tú de tocar en la Super Bowl y menos ahora que hay que pagar.
Desde luego, lo claro es que el primer nombre que merecía salir en el libreto no era el de Danger Mouse. En un mundo en el que el rock está dominado por los ambientes western, llenos de blues y soul de Black Keys (producidos por el mismo Danger Mouse) o por Arctic Monkeys en una onda similar, era de esperar que U2 tiraran por ahí. Pero no: tardamos más de media hora en percibir al brillante productor, quizá porque únicamente produce en solitario las tres últimas pistas, la ya mencionada ‘Sleep Like a Baby Tonight’, la medio atrevida ‘This is Where You Can Reach Me Now’ y ‘The Troubles’, el corte junto a Lykke Li que grabaron en dos sesiones: una no presencial que decidieron no usar (no por ella, sino porque cambiaron el tono de la canción) y otra finalmente presencial en la que Bono se declaró fan de ‘Never Gonna Love Again’, tema incluido en ‘I Never Learn‘. Una pena que la pista no esté acabada: el final suena como si el grupo hubiera mirado la hora en su flamante Apple Watch de prueba y hubiera salido disparado hacia la ya mítica conferencia maquera sin rematarlo.
Así que hay altibajos y muchos en ‘Songs of Innocence’. Hay repetición de sí mismos en música y letras: el apoyo en un ser querido como única forma de supervivencia que ya vimos en ‘Stuck In A Moment…’ o ‘Stay’, la madre de Bono, los artistas que admiran o la violencia en Dublín en ‘Raised By Wolves’. Un tema, por cierto, perfecto para hablar del desequilibrio en el disco, pues pasa de unas estrofas pastiche como sampleadas de ‘Viernes 13’ a su notable estribillo. A veces parece que el grupo se ha quedado sin demasiado que decir, que su vida posiblemente es tan aburrida como nos la imaginamos. Otras da casi en la diana y conforma un disco entretenido pero nunca definitivo. Si pensamos en su título, en su concepto, estas canciones no son las de la inocencia (ese título lo merecería este año sin duda alguna el intimista y por momentos realmente naíf pero siempre muy bien ejecutado ‘Ghost Stories’ de Coldplay), ni mucho menos el de las canciones de la experiencia (ese parece su próximo álbum, aunque dudamos que pueda ser mejor que este saliendo después). Este disco se queda en una molesta zona intermedia que -horror- vuelve a dejar al grupo donde estaba: ni los detractores lo podrán despellejar a gusto, ni los fans podrán presumir de que siempre supieron que su talento no se había ido a ningún lado. La incógnita permanece estancada y no es si «recomendarías el nuevo de U2» sino aún «en qué punto exacto de su carrera los abandonaste».
Calificación: 6,5/10
Lo mejor: ‘Iris’, ‘Iris’ y ‘Iris’. ‘The Troubles’ por su producción y ‘Volcano’ por su proyección comercial
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