Rodada a lo largo de doce años con los mismos actores (Patricia Arquette, Ethan Hawke, la hija del director Lorelei Linklater, y Ellar Coltrane, el niño-adolescente protagonista), ‘Boyhood’ narra la historia de una familia desde principios de siglo hasta la actualidad. Una historia sobre el pasado pero rodada en presente. Ahí reside su singularidad. Linklater ha capturado el tiempo, ha recolectado pedazos de vida y los ha esculpido, los ha ensamblado para construir una asombrosa ficción.
En el interior de ‘Boyhood’ conviven dos películas de forma superpuesta. Por un lado una sencilla y conmovedora historia de iniciación: los discretos ritos de paso, de la infancia a la adolescencia, de un chico corriente dentro de una familia igual de corriente. Una historia de la que derivan otras: la de la madre y sus continuos tropiezos sentimentales, la del padre y sus contradicciones, la de la hermana, la de los hermanastros (interrumpida de forma abrupta y terrible, dejando en suspenso su destino en un situación traumática)… Gestos, “momentos de una vida”, como dice el título en español, capturados por el director de manera fluida y relajada, sin caer nunca en sentimentalismos ni exhibicionismos asociados a su peculiar dispositivo narrativo.
Pero hay otra película. ‘Boyhood’ es también un emotivo documental sobre el paso del tiempo. Un “sencillo experimento antropológico-cultural”, como lo denomina el propio director, acerca de los cambios culturales (aquí sobre todo relacionados con la tecnología o las canciones, de Coldplay a Arcade Fire) y fisonómicos que experimentan cuatro personas a lo largo de doce años de vida. El resultado es tan hermoso como demoledor. La experiencia de ver crecer a un niño ante tus ojos durante casi tres horas es tan insólita, fascinante y conmovedora que es imposible no sentirse como Patricia Arquette ante la marcha de su hijo a la universidad: admirada y devastada ante el maravilloso pero doloroso espectáculo de ver cómo pasa el tiempo. 10.