Un relato de ficción pero con ambiciones de recreación histórica, de novela «basada en hechos reales», sustentada por la información aportada por misioneros y trabajadores de ONG, así como por los testimonios de desertores norcoreanos. ¿Es suficiente equipaje documental para llevar a los lectores de viaje a uno de los países más herméticos del mundo? Yo creo que no. ¿No es una información demasiado sesgada y partidista? Yo creo que sí.
En ese sentido, como retrato de la realidad social y política norcoreana, ‘El huérfano’ no parece muy fiable (ni verosímil, aunque con Corea del Norte quién sabe). Sin embargo, la novela funciona mucho mejor si se lee como una enorme farsa, un gigantesco espejo deformante, una caricatura orwelliana de una sociedad que parece fundada según los patrones imaginados por el escritor inglés en ‘1984’.
Pero más que su argumento, más que lo qué cuenta, lo más interesante de ‘El huérfano’ es cómo lo cuenta. La primera parte narra la biografía del protagonista, el “huérfano” Jun Don. Un relato de aventuras, entre lo satírico, lo picaresco y lo grotesco, que da paso a la mucho más atractiva segunda parte. En ella, mediante una brillante polifonía de voces –desde el relato en primera persona a los discursos propagandísticos estatales- el autor consigue construir una inspirada metáfora sobre la disolución de la realidad y del individuo en un régimen totalitario, en las profundidades del “mejor país del mundo”. 7.