Vashti Bunyan / Heartleap

Antes que Lewis, antes que Rodríguez, ha habido otras felices anomalías en la música pop, artistas que en su momento pasaron bastante desapercibidos pero a los que el azar les ofreció una segunda oportunidad de ser valorados en su medida. Vashti Bunyan fue, en la pasada década, otro de esos casos singulares y felices. Nacida en 1945 en Newcastle, Jennifer Vashti Bunyan parecía -a mediados de los 60, de la mano del que fuera mánager de los Rolling Stones Andrew Loog Oldham- tener lo necesario para ser una estrella del pop. «La Dylan femenina» o «la nueva Marianne Faithfull» fueron algunos de sus apelativos entonces. Tras un par de singles de discreta repercusión, publicó en 1970 ‘Just Another Diamond Day’, un debut producido por el ya entonces prestigioso Joe Boyd, que contó en su grabación con estrellas del folk británico, miembros de Fairport Convention y The Incredible String Band o el arreglista de Nick Drake, Robert Kirby.

Sin promoción (Vashti se recluyó en la comuna hippie escocesa en la que vivía) y con una pequeña tirada de copias, nunca pasó nada con aquel álbum que, con los años, se fue convirtiendo en un pequeño clásico de culto que fue creciendo gracias al boca a boca. A finales de los 90, llegó a los oídos de Bunyan el interés de artistas jóvenes por ella y por aquella obra, propiciando la reedición del disco y obteniendo un gran éxito crítico. Artistas como Piano Magic, Devendra Banhart, Joanna Newsom, Simon Raymonde (Cocteau Twins) o Animal Collective (para ellos cantó en varios temas del EP ‘Prospect Hummer‘) la loaron y algunos de ellos se involucraron en la grabación de su segundo álbum, publicado en 2005, un ‘Lookaftering’ que mostraba que la admiración por su figura estaba más que justificada. Era un disco fascinante, de belleza sostenida en un espacio y tiempo inconcretos, como si en lugar de 35 años hubieran pasado meses desde ‘Just Another Diamond Day’.

Y ahora, nueve años después, volvemos a encontrarnos con similares sensaciones (con matices) al escuchar ‘Heartleap’, un nuevo disco que la propia artista nunca pensó hacer (‘Lookaftering’, afirma hoy, era una especie de simbólico ajuste de cuentas que miraba hacia esas más de tres décadas de distancia). Sin plan alguno, Vashti cuenta que las canciones fueron viniendo a ella a lo largo de estos años, sin saber muy bien si alguna vez serían publicadas. Pero, a la par, crecía su interés por las nuevas tecnologías y métodos de grabación contemporáneos, así que fue registrando poco a poco lo que se ha convertido en un disco en el que todo el proceso creativo ha estado bajo su mano casi en exclusiva, con múltiples arreglos de sintetizadores que se mezclan con cuerdas, vientos y guitarras, haciendo que la etiqueta «folk» se le quede realmente corta. A su manera, ‘Heartleap’ es casi más un disco de ambient.

Su portada es parte de una obra de su hija Whyn Lewis (como aquel conejo de ‘Lookaftering’ o aquellos galgos que ilustraban el EP ‘Saint Marie’ de Piano Magic) y, para Vashti, la imagen representa un instante de gozo, en este caso el del ciervo que escapa en una cacería. Esa imagen sirvió de inspiración a la artista británica para crear la preciosa canción que cierra y da título al álbum y que, realmente, expresa en buena medida la sensación de escucharlo. Inmerso en él, de nuevo uno siente esa sensación de quietud, de atemporalidad casi mágica como en sus anteriores obras, a pesar incluso de la pátina de contemporaneidad de algunos instrumentos sintéticos o de la manera de mezclar y doblar las voces: una de las cosas más fascinantes de ‘Heartleap’ es la pureza con que Bunyan ha afrontado la grabación, sin temor a que algunas voces o pianos (reconoce que no sabe tocarlo bien) suenen poco trabajados, sin pulir, junto a instrumentaciones delicadas. El efecto de ese contraste en ‘Here’ o en la citada ‘Heartleap’ resulta tremendamente bello.

Aunque cortes como ‘Gunpowder’ o ‘Holy Smoke‘ (con coros de Devendra Banhart y Andy Cabic) destacan casi de forma inmediata, ‘Heartleap’ se ve beneficiado por ese carácter unificador de la voz dulce de la artista británica, hilo conductor de estos 36 minutos en los que la fragilidad invade todo el espacio sonoro. Cierto es que ‘Shell’ o ‘Blue Shed’ pueden ser demasiado extáticas, pero cortes como ‘Jellyfish’ (con esa técnica de capas sonoras que le aproxima a sus colegas de Animal Collective), la breve ‘The Boy’ o ‘Mother’, que a priori no atrapan individualmente, terminan por calar gracias a una guitarra del renovador del folk Gareth Dickson o a un dulcitone, cuando no es por sus preciosas letras, que retratan miedos y frustraciones de lo más íntimo a través de preciosas imágenes de naturaleza.

Sea este o no su último álbum (en realidad, deja una puerta abierta), ‘Heartleap’ no tiene el más mínimo ápice de oportunismo. Desprende verdadero amor por la creación y convierte en simple anécdota los accidentes de su carrera musical. Junto a sus dos álbumes previos, Vashti Bunyan configura un legado de exquisita belleza, que seguirá siendo una referencia presente y futura para otros creadores.

Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Gunpowder’, ‘Heartleap’, ‘Holy Smoke’, ‘Across The Water’
Te gustará si te gustan: Joanna Newsom, Marissa Nadler, Nico
Escúchalo: Pitchfork

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Publicado por
Raúl Guillén