Las Coathangers, trío femenino de punk-riot grrl garajero, empiezan muy bien, pero parecen diluirse a medida que transcurren los minutos; como tengo que abandonarlas para ir a Woman’s Hour, no puedo acabar de deducir si es simplemente una simple apreciación mía. En la sala Principal, Woman’s Hour van vestidos de negro, muy serios, elegantes y profesionales. Si en su disco ‘Conversations‘ parecen los hermanos pequeños de Hooverphonic descubriendo los discos de The xx, sobre el escenario resultan más carnales, menos modosos y acusan más sus querencias por el soul-pop sofisticado de los ochenta. Fiona Burgess es una front-woman encantadora, que comienza algo tímida pero en breve se anima y se desmelena… de manera controlada, con unos movimientos bastante estudiados. Porque en este grupo todo parece bien medido, vigilando que la emoción se tense pero que no desborde. Aun así, no pueden evitar ser cálidos ni que la preciosa ‘Darkest Places’ subyugue aún más. Nos regalan una ralentizada y sentida versión de ‘Dancing in the Dark’ de Springsteen y acaban con ‘The Day that Needs Defending’ y la sensación de que, aunque su propuesta no pueda parecer muy original a priori, sus maneras son prometedoras y sus canciones van más allá de la mera música «sofisticada» para acompañar spots de automóviles.
Tras el final de Woman’s Hour decido acercarme a la 2 del Apolo a ver a Nothing. El Apolo está a una parada de metro del Teatre Principal: sospecho que tardo menos en llegar que a según qué escenarios del Primavera Sound. Bromas aparte, en el trayecto debo haberme perdido unos diez minutos de concierto. Es la primera vez que tocan en Barcelona y la sala está repleta. Navegamos entre tempestades de distorsión, muy en la línea de My Bloody Valentine, pero en directo Nothing convierten sus canciones en algo rudo; ‘Get Well’ pierde su dulzura y sus embates sónicos empiezan a hacerme daño en los tímpanos; aun así, los aguanto a pelo. Pero, ay, sus pasajes más calmados se tornan en pesadilla. No por culpa de la banda, sino de ese montón de gente maleducada que viene a los conciertos a cacarear y que piensa que las bajadas de intensidad son la señal para que puedan parlotear aún más alto.
Fotos: Dani Canto, Eric Pamies.