‘The Zero Theorem’ o lo difícil de imaginar distopías después de ‘Black Mirror’

La última incursión de Terry Gilliam en el género de la ciencia ficción sabe a poco, sobre todo viniendo de alguien que ha construido distopías futuristas tan lúcidas y exuberantes como ‘Brazil’ (1985) o ’12 monos’ (1995). Es cierto que, viendo el último tramo de su filmografía, no es como para extrañarse. Pero la naturaleza de este proyecto, ciencia ficción cyberpunk distópica y kafkiana (y beckettiana), parecía un trampolín perfecto para el resurgir artístico del director. No, ni por esas.

Partiendo del hecho de que la peor película de Gilliam siempre va a tener algo especial, diferente (una idea, una secuencia, un personaje, un detalle…), ‘The Zero Theorem’ no destaca precisamente por su singularidad. Al contrario, parece cosida con los retales de sus viejos greatest hits: algo de ‘El rey pescador’ (su sórdido ambiente callejero), un poco de ’12 monos’ (un rapado Christoph Waltz actualizando el personaje de Bruce Willis) y mucho de ‘Brazil’, desde su discurso a su tono satírico y barroquismo visual. ¿Reciclaje por falta de ideas?

Como película de tesis ‘The Zero Theorem’ carece de potencia y suficiente alcance. Los elementos que utiliza el director para criticar y satirizar el “futuro de pasado mañana” están demasiado vistos, no sorprenden. No es suficiente con sustituir al Estado por las Corporaciones como organismo opresor, como origen de toda alienación social. Después de la serie ‘Black Mirror‘, hace falta mucho más para conseguir agitar y conmover con una parábola futurista.

Donde sí se mueve mejor Gilliam es en el apartado visual. Tampoco es que sea su película más brillante al respecto, pero sí que es capaz de trasladar a imágenes de forma imaginativa y estimulante el estado de ánimo de su protagonista. La ciudad: caótica, ruidosa, hostil; el trabajo: alienante, infructuoso, insatisfactorio; el hogar: frío, solitario, decadente. Espacios imaginados por el director como paisajes mentales de un depresivo inmerso en una búsqueda infructuosa: el sentido de la existencia. 5,9.

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Publicado por
Joric