La ambientación (la Costa Azul durante los felices años veinte), exquisita. La música (jazz, charleston), fabulosa. Los actores (también aparecen Erica Leerhsen, Hamish Linklater o la veterana Eileen Atkins), impecables. El guión (el típico romance entre dos polos opuestos), eficaz. ¿Qué le falta a la película? La «magia» del título. ‘Magia a la luz de la luna’ es como el personaje del mago Stanley –racional, comedido, descreído-, cuando debería ser como la médium Sophie: luminosa, perspicaz, divertida. Allen exhibe sus trucos de experimentado ilusionista con la desgana del que lleva demasiadas funciones a sus espaldas: de manera funcional, sin gracia ni misterio.
Aun así, sigue siendo un mago excelente. Sobre todo un mago de la palabra. Las secuencias entre Colin Firth y Eileen Atkins, que interpreta a su tía, son un ejemplo de la capacidad del director neoyorquino para escribir diálogos ingeniosos llenos de réplicas chispeantes y segundas (y terceras) intenciones. También demuestra su enorme talento para superar desafíos narrativos. La manera en que resuelve situaciones como [SPOILER] el desenmascaramiento de la médium o la declaración de amor del final [FIN DEL SPOILER] son de una elegancia al alcance de muy pocos.
Pero, como digo, sabe a poco. Da la impresión de que Allen hace tiempo que ha dejado de buscar, de interrogarse sobre el cine y sobre sí mismo. Su falta de energía creativa es aquí muy evidente, mucho más que en ‘Blue Jasmine‘ o ‘Midnight in Paris‘. Desgraciadamente, el estreno de sus películas ha dejado de ser un acontecimiento cinematográfico para convertirse en una manera –una buena manera, ojo- de echar la tarde. 6,5.