Lo mejor que le puede pasar a una película de Xavier Dolan es que no aparezca Xavier Dolan. Después de su exhibición de mohines en ‘Tom à la ferme‘ (2013), parece que por fin su afán acaparador (o controlador) va disminuyendo. En ‘Mommy’ sigue pluriempleado –además de dirigir, produce, escribe, monta, diseña el vestuario y hasta traduce los subtítulos al inglés- pero esta vez, como ya hizo en ‘Laurence Anyways‘ (2012), ha dejado la interpretación para las que saben.
Las fabulosas Anne Dorval y Suzanne Clément llevan todo el peso dramático de este melodrama cassavetiano (se podría titular ‘Faces’) tan excesivo como explosivo; algo así como una reescritura madura, luminosa, poética e irresistiblemente histérica de ‘Yo maté a mi madre‘ (2009). Un intenso triángulo dramático que Dolan filma en formato 1:1. Esta insólita elección no es un capricho de hipster con problemas de autoafirmación. Al contrario. Esta opción estética es una de las metáforas más eficaces y brillantes vistas en una película en mucho tiempo.
Al estar proyectada en una pantalla de cine horizontal, la impresión que da es la de estar viendo una película en formato vertical. El efecto es visualmente chocante y narrativamente muy poderoso. El encuadre aprisiona a los personajes de la misma manera que lo hacen sus conflictos emocionales. La vida no les deja respirar; el formato tampoco. Cuando el encuadre se abre es como si lo hicieran también sus pulmones. Se abren sus perspectivas vitales, se abre la narración. El espectador respira, toma aire para lo que se avecina.
Sin esta decisión estilística, ‘Mommy’ sería un melodrama atractivo, más o menos emotivo, pero no especialmente relevante. Con ella, la película vuela como la imaginación de la madre protagonista mientras espera en un semáforo: muy, muy alto. Joric
.No voy a negar el talento de Xavier Dolan, ni lo valiente y atrevida de sus propuestas cinematográficas. Pero no estaría de más que confiara en alguien más que en sí mismo a la hora de rodar sus películas. Alguien que tuviera el valor de decirle «te has pasado» cuando, como un potro desbocado, se salta la verja y lo manda todo a la mierda. Porque eso es lo que creo que le ha vuelto a pasar en ‘Mommy’, que no ha tenido a nadie que le llevara de la mano hacia esa mesura narrativa que la película tanto necesita.
En cualquier caso se nota que todavía está buscando su voz y se le perdona. Es normal en artistas de su edad querer sacarlo todo a la vez haciendo todo el ruido que haga falta. Lo que molesta es que lo haga desde una autoimpuesta posición de superioridad en la que toma al espectador por idiota. ¿Quieres rodar toda la película en formato 1:1? Perfecto. ¿Quieres en algún momento abrir el ratio para expandir la pantalla y crear con ello una metáfora de la liberación y del alivio que sienten esos personajes que hasta entonces permanecía oprimidos? Mucho mejor. ¿Tienes que hacer esa transición obligando al protagonista a abrir con las manos la pantalla mientras monta en monopatín y suena música moderna? Por ahí no paso.
Si quieres experimentar, ten el valor de creer que tu público es lo suficientemente inteligente para entender tu propuesta. No la subrayes. No hace falta. Ni eso ni tampoco que te inventes contextos distópicos con leyes extrañas para justificar el desenlace ni demás truquillos del estilo innecesarios para la historia. Bastaría con haber bajado el tono para entregar la película perfecta, pero su ego y su inconsciencia solo han servido para darnos una película tan molesta como histriónica que solo se salva del desastre por el impecable trabajo de sus actores. Ahí sí ha estado acertado Dolan.
Sé que esto no casa con el discurso oficial en torno a ‘Mommy’. Que puede parecer un intento desesperado para buscar una polémica con la que ganar clicks y visitas. Pero no. Sigo desconcertado por no haber caído rendido a los pies de este director canadiense. Pero cuanto más pienso en la película más me decepciona, y no porque le desee ningún mal, sino porque creo que bien asesorado tendría tanto que ofrecer como artista que verle fallar así me encabrona. Claudio M. de Prado.