¿Por qué la Cenicienta más fea está gustando a la crítica americana?

La crítica estadounidense se ha hecho pis encima con ‘Cenicienta’. Según datos de Rottentomatoes, el 84 por ciento de las reseñas de la película son positivas, incluyendo las de firmas poco sospechosas de mal gusto (o servilismo) como las de The New Yorker, Village Voice, Indiewire o Chicago Reader (Ann Hornaday, del Washington Post, es una de las pocas voces discordantes). El entusiasmo crítico está solo un punto por debajo del de los espectadores que han llenado las salas esta última semana (la película es número 1 allí donde se ha estrenado). Según estos datos, ‘Cenicienta’ es el blockbuster más aclamado por crítica y público de lo que va de año.

Por el contrario, la crítica española (y la francesa) la han masacrado. Cursi, hortera, aburrida, simple, fea… Salvo a Oti Rodríguez Marchante (ABC) a todos los demás (Jordi Costa, Nando Salvá, Luis Martínez…) les ha parecido un horror. Hasta en Fotogramas, donde es difícil leer una crítica mala (por su política de encargar la reseña al crítico que más le haya gustado la película), la han puesto a caldo («es kitsch en el sentido peyorativo del término», Sergi Sánchez).

¿Por qué esta acusada disparidad de opiniones? O, mejor, ¿por qué la crítica estadounidense se está relamiendo de gusto con esta híper azucarada tarta de veinte pisos cortada con un sable por este nuevo funcionario del blockbuster llamado Kenneth Branagh? Desde aquí propongo tres hipótesis:

1. Reyes sin corona. Como dice Ian Svenonius en ‘Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock‘, «no hay nada que los estadounidenses amen más que a los ingleses». Es la figura paterna que una vez, siendo adolescentes, repudiaron (hacia 1775) y que hoy, ya adultos (o casi), desearían recuperar. Una nostalgia por lo británico y monárquico (¿cómo se explica si no el éxito en EEUU de las seis temporadas de una serie como ‘Downton Abbey’ que se agotó al tercer capítulo de la primera?) materializada en la cultura popular en forma de hiperbólica y kitsch imaginería aristocrática: castillos imposibles, príncipes azulísimos y princesas rubísimas. ‘Cenicienta’ es el último ejemplo de ello, y con director shakesperiano al frente.

2. La princesa del pueblo. Una maltratada y desarrapada rubia de bote, con las cejas más negras que las patillas de la Pantoja, convertida en una princesita de cuento de hadas. ¿No es el personaje de la Cenicienta el sueño proletario americano hecho realidad? Si el cupcake es la reformulación yanqui de la alta repostería francesa, ‘Cenicienta’ es la versión en bisutería de las joyas de la corona inglesa. Por cierto, ¿de dónde ha salido esta actriz, Lily James? Ah, ya, ¡de ‘Downton Abbey’!

3. En Europa somos muy cínicos. Uno de los aspectos que más sorprende de esta nueva versión del cuento es que no es una puesta al día del clásico animado de Disney, una reformulación más o menos irónica o más o menos crítica de la película original, a la manera de ‘Maléfica’ o ‘Into the Woods‘. No, es su remake al pie de la letra. Más de medio siglo después, ‘Cenicienta’ sigue siendo igual de cursi, remilgada y bobalicona que aquella. ¿Es esta candorosa inocencia la que ha deslumbrado a la crítica estadounidense o es que el brillo de las 4.000 luces de leds que lleva el vestido del hada madrina les ha cegado por completo?

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Publicado por
Joric