‘Éléor’ es, a su manera, un disco de estándares. Es como si Dominique A, por fin, se hubiera decidido a hacer el disco de pop rock asequible que muchos esperábamos de él, su colección de canciones más redonda. Como si, en 1998, Dominique A diera un golpe de timón a su nave, dibujando una fascinante elipse en la que ha pasado por etapas más post-rock, más electrónicas o más introspectivas, pero que ha ido recobrando su deriva de manera natural, automática. Efectivamente, los viajes, el mar, islas y océanos, han sido un elemento inspirador para casi todas estas canciones. Como si quisiera homenajear a su padre, profesor de historia y geografía, Ané sitúa las historias y los personajes de ‘Éléor’ en tiempos y espacios remotos, valiéndose de su fuerza poética y reinterpretándolos desde la imaginación.
Con él viajamos a la minúscula isla danesa de Elleore (un microrreino de 0,015 km2 y unos 12 habitantes), al punto más meridional de la isla de Groenlandia, a Canadá, a la Rusia de Brézhnev y a la de Gorbáchov (‘Une Autre Vie’), a Nueva Zelanda, a los USA de la Gran Depresión (‘Oklahoma 1932’) y hasta una imaginaria escena ante un paso de Semana Santa más propia de Fellini que de Berlanga. Esos lugares y tiempos inspiran fantasías poéticas en las que sitúa personajes extraviados, que anhelan amor o que se aferran al que tienen, por ingrato que sea, como único asidero vital; que idealizan parajes desconocidos o que otorgan voluntad y alma a elementos de la naturaleza; que rememoran el miedo del pasado desde un presente decepcionante.
Todo ese bonito marco lírico se acompaña esta vez, como apuntábamos, de composiciones sencillas y redondas, plenas de inmediatez, en el que es, a buen seguro, su disco más pop y clásico. Con un escueto formato de trío, formado con el bajista norteamericano Jeff Hallam y su fiel batería Sacha Toorop, y su voz (esa inconfundible voz, aquí dulce y arrulladora) como guía, Dominique rehúye de lo intrincado, con arreglos de coros y teclados bonitos y amables que, solo ocasionalmente, se engalanan con discretas cuerdas. Cada corte -de la bella quietud de ‘Éléor‘, ‘L’Océan’ y ‘Au Revoir Mon Amour‘ (tema compuesto junto a su pareja, la también intérprete Laetitia Velma, y clara cumbre del álbum) a la intensidad melancólica de ‘Par Le Canada’, ‘Cap Farvel’, ‘Central Otago’, ‘Passer Nous Voir’ o ‘Une Autre Vie’- lleva su sello, esa evocadora fuerza expresiva que le ha distinguido siempre, fruto de tamizar jazz, rock y chanson en una sola expresión. Ocurre que, aun teniendo su indeleble marca, ‘Éléor’ se sitúa tan en los cánones de la chanson que no cuesta imaginar estos temas reinterpretados por Aznavour, Brassens, Biolay o Fontaine, indistintamente. Puede que sea un signo de docilidad, sí, pero también de la innegable grandeza que ha alcanzado Dominique A como autor.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Au Revoir Mon Amour’, ‘Cap Farvel’, ‘Éléor’, ‘Passer Nous Voir’, ‘Par Le Canada’.
Te gustará si: siempre has ansiado que Dominique se dejara llevar por el pop.
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