Kendrick Lamar / To Pimp A Butterfly

Los que vimos a Kendrick Lamar en la pasada edición del Primavera Sound quedamos deslumbrados por su actuación y, ante tan magnífico despliegue de repertorio y poder escénico, no cupo duda: estábamos ante la próxima estrella del hip hop mundial. Sin embargo, no podíamos presagiar que, pese a discos notables como ‘Section.80’ y ‘good kid, m.A.A.d city‘, el rapero de Compton, Los Ángeles, entregaría medio año después una obra como ‘To Pimp A Butterfly‘, un álbum capital cuyo calado está muy lejos del usual usar y tirar en el que vivimos inmersos. Sí, el tercer largo de Lamar es una de esas obras que pasan instantáneamente a la historia y marcan la deriva de la música popular, sin importar su género.

«Recuerdo que eras contradictorio, abusando de tu influencia. A veces hice lo mismo. Abusé de mi poder, lleno de resentimiento. Resentimiento que se transformó en una profunda depresión. Me encontré gritando en una habitación de hotel. No quería autodestruirme. La maldad de Lucy me rodeaba. Así que hui en busca de respuestas, hasta que llegué al hogar». Así comienza «una carta abierta por Kendrick Lamar» (según indican unas palabras en braille en el encarte del CD), carta que Lamar va desmenuzando en pequeños fragmentos a medida que avanza el disco y completándola en la segunda parte del largo corte final, ‘Mortal Man’, en una falsa entrevista/diálogo entre Kendrick y el destinatario de la misiva, 2PAC (el título del álbum es una variación de su título original, ‘To Pimp A Caterpillar’ -un acróstico del alias de Tupac Shakur-). Lo que podría parecer una boutade innecesaria, contiene las conclusiones de una obra heterogénea, a caballo entre rap, ensayo, autobiografía y novela, en la que Kendrick parte de una reflexión sobre el errado papel de las estrellas del hip hop en la comunidad negra. Sobre cómo la sociedad les otorga un papel de iconos, colmándoles de dinero, drogas y otros privilegios (personificados en la tal Lucy, que no es otra/o que Lucifer), para que ejerzan de envenenados modelos para la juventud. A partir de ahí, el de Compton elabora una disgresión compleja, con alta carga literaria (él ha declarado que se considera un autor, no un rapero), que le lleva a concluir que la comunidad afro-americana de su país no puede clamar contra el racismo y la discriminación mientras persista el odio entre ellos mismos. La propia comunidad negra es la que «chulea a la mariposa» que hay dentro de ese capullo (idea que le valió las críticas de, entre otros, Azealia Banks

).

«Cada negro es una estrella», oímos repetidamente al inicio del álbum en un sample de Boris Gardiner, dándonos de primeras, sin que lo sepamos, una de las claves de ‘To Pimp a Butterfly’ (título que, por cierto, se inspira en la gran ‘To Kill A Mockingbird‘ de Harper Lee, cuya temática guarda paralelismos con la de este disco). Y lo que llega a continuación, como soporte para ese discurso sociocultural, es un fantástico fresco musical que el artista de Los Ángeles construye con la ayuda de viejos y nuevos socios como Pharrell Williams, Flying Lotus, Snoop Dogg, Thundercat, Sounwave, Rahki, Terrace Martin o Knxwledge (solo la agenda impidió estar a Prince, lo cual habría tenido todo el sentido). Una Capilla Sixtina sonora cimentada en la tradición de la música negra, que hace convivir el bebop, el free jazz, el P-Funk (el mismísimo George Clinton hace un cameo en ‘Wesley’s Theory’), el G-Funk, el soul y el hip hop de hechuras más clásicas, pero sin que en ningún momento suene arcaica o falta de originalidad. Todo lo contrario: ‘To Pimp A Butterfly’ reivindica el carácter eterno de esos sonidos a la vez que los pone en total vigencia y, salvando la que quizá era la gran falta de su anterior y notable obra, los hace sonar frescos, atractivos para las nuevas generaciones. Un sonido verdaderamente espectacular, no olvidarse nunca de introducir un buen gancho vocal (sin resultar cheesy en ningún momento) y, sobre todo, el flow cercano y versátil de Lamar, son las armas fundamentales para lograrlo.

‘To Pimp A Butterfly’ también funciona como un gran álbum de pop, con especial brillo en números apasionantes y adictivos como ‘Hood Politics’ (una mirada a la dura idiosincrasia del barrio, con sample de ‘All For Myself’ de Sufjan Stevens incluido), ‘Instituzionalized’ (sobre cómo el dinero y el poder pueden pudrir a los artistas), ‘These Walls’ (detrás de su fulgor, habla sobre la depresión), ‘Alright’ (una huida hacia adelante post-depresión) o ‘Complexion (Zulu Love)’ (una preciosa canción que invita a la sociedad a educar en el amor para evitar conflictos raciales de cualquier naturaleza). Pero nada, absolutamente nada, sobra en este álbum. Como en una gran y compleja novela universal, cada corte, cada intro, outro o interludio contiene una clave, un guiño, un críptico mensaje que, a la postre, con escuchas posteriores y estudio, cobran dimensión. Con Genius convertido en una herramienta de comprensión y aprendizaje básica para el total disfrute de esta experiencia, resulta un verdadero gozo adentrarse en las letras del álbum y detenerse en cómo Kendrick interpreta sus versos como un actor, jugando con su voz y entonación (un ejemplo muy obvio es cuando parece borracho en ‘u’) o imitando acentos, usando la teatralidad como ningún otro rapero haya hecho antes. Si ‘good kid, m.A.A.d city‘ era, según él, una «película corta», esto se acerca a una ópera.

Lo cierto es que no se puede decir que el tercer álbum de KDot esté repleto de hits. Incluso los singles extraídos del álbum tienen un dudoso potencial comercial. ‘i’, pieza construida sobre un sample maravilloso de The Isley Brothers, apenas alcanzó el puesto 39 de Billboard, mientras que la rabiosa ‘The Blacker The Berry’, con gancho raggamuffin de Assassin, y la infecciosa ‘King Kunta’ han quedado aún más lejos de la cima. Pese a su innegable magnetismo, parece complicado que puedan triunfar unas canciones con mensajes tan incómodos que, con gran carga irónica, empujan a reflexionar sobre las contradicciones de la raza negra en USA: ‘King Kunta‘ es uno de esos típicos golpes de pecho de los raperos, pero que ya apunta al contenido racial, recuperando la figura de Kunta Kinte a la vez que señala a la idiotización de las estrellas negras con drogas y sexo (esos «yams»); ‘i‘ es una llamada a la autoconfianza, llena de positivismo, pero que apunta al odio entre negros como el primer mal a erradicar (de hecho, la versión del álbum concluye con el rapero mediando en una disputa); al igual que ‘The Blacker The Berry‘, en la que Lamar escupe con rabia tópicos del odio blanco hacia los negros hasta que, en una estupenda pirueta lírica, remata «¿Por qué lloré cuando Trayvon Martin estaba [tirado] en la calle cuando los tiroteos entre bandas hacen que mate a negros más negros que yo? ¡Hipócrita!», que ha provocado la admiración hasta del mismísimo Premio Pulitzer Michael Chabon, cada vez más ligado al pop.

Pero, como confirman sus ventas, el público parece haber entendido que el valor de ‘To Pimp A Butterfly’ está muy por encima de simplemente contener algunas canciones con más o menos atractivo. Y es que, como se desprende del último corte del disco, el ya citado ‘Mortal Man’, Kendrick pretende erigirse en un mentor para los jóvenes, un referente heredero de iconos como Mandela, Martin Luther King, Malcolm X o Tupac Shakur. Tras su final abrupto, cuando el fantasma de 2PAC deja a Lamar con la palabra en la boca, preguntándose si el capullo dejará alguna vez de oprimir a la mariposa, queda por ver si esta carta abierta tendrá algún tipo de repercusión social en lo que cada día parece más una guerra civil encubierta que cada vez es menos silenciosa. Por todo esto, estamos ante una ambiciosa obra de carácter universal y proyección insospechada, que trasciende géneros y disciplinas artísticas, y que ya, apenas unas semanas después de su edición, se intuye como futuro objeto de estudio y referencia para otros artistas e intelectuales. En lo que al pop concierne, se sitúa claramente entre las obras de música popular más importantes publicadas, no ya este año, sino en esta década.

Kendrick Lamar es cabeza del cartel del festival Cruïlla 2015.

Calificación: 10/10
Lo mejor: ‘King Kunta’, ‘i’, ‘The Blacker The Berry’, ‘Mortal Man’, ‘Wesley’s Theory’
Te gustará si te gustan: D’Angelo, Flying Lotus, las obras que trascienden el carácter efímero del pop y se adentran en lo literario y lo teatral
EscúchaloYouTube

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Raúl Guillén