Al igual que el protagonista de la película queda cautivado por las suaves, aéreas y elegantes melodías del garage house, la directora consigue a través de su suave, aérea y elegante puesta en escena, llena de matices y detalles visuales inesperados (animación, pantallas partidas, sobreexposición), capturar el interés del espectador a un nivel emocional. Sobre todo del espectador que está entre los 30 y los 40 años. Así es, ‘Eden’ funciona muy bien como melancólico retrato generacional, como dolorosa crónica sentimental sobre los jóvenes de los noventa y las secuelas de la euforia fiestera –edénica- que vivieron.
Aly-Us, Liquid, Frankie Knuckles, The Orb y, por supuesto, Daft Punk (que cedieron los derechos de sus canciones por una cantidad simbólica), suenan en ‘Eden’ como pespuntes sonoros para hilar una historia de iniciación basada en la vida de Sven Hansen-Løve, coguionista del filme y hermano mayor de la directora, quien durante los 90 fue DJ residente de la discoteca parisina Queen y terminó arruinado y en proceso de desintoxicación. Daft Punk, que aparecen en la película como divertidos personajes secundarios, funcionan como contrapunto exitoso de los sueños rotos de la escena de la música electrónica francesa y como amargo amplificador de los fracasos de todos aquellos que creyeron que París iba a ser siempre una fiesta… y no iba a existir David Guetta. 8,5.